Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
NO se sorprende quien nada espera. La expectativa de que la comparecencia de Pedro Sánchez en la comisión del caso Koldo en el Senado fuese esclarecedora era –al menos para quien escribe– nula. Ni por parte del compareciente ni por parte de sus señorías que debían inquirirle.
Y no es que no sea conveniente y necesario que el jefe del Ejecutivo dé explicaciones precisas sobre por qué en su partido y en su Gobierno se permitieron las prácticas que la Justicia investiga en varios casos de corrupción que afectan a su entorno político y personal inmediato.
El presidente no respondió a nada: es a lo que iba. Comparecía por obligación, pero no cumplió con su deber de responder a las cuestiones que le plantearon los senadores (me refiero a los que pretendían que diese datos y explicaciones sobre su implicación en el descontrol de pagos en efectivo en el PSOE, el comportamiento de sus íntimos colaboradores –José Luis Ábalos y Santos Cerdán–, porque los de los grupos que aún son sus socios sólo le masajearon).
Y quedó claro desde el inicio de la comparecencia: ni una explicación y decenas de ataques a los demás. Quizás en los primeros minutos se viese algo perplejo porque no esperaba el pertinente (por las preguntas que hizo) interrogatorio de la senadora de UPN, integrante del Grupo Mixto, que fue la primera en inquirir.
Sánchez no había ido al Senado más que polarizar, a enfangar el trance que el PP le hacía pasar de la única forma que sabe: recurriendo al “y tú más”.
En cada pregunta que exigía una explicación –incluyendo el uso de dinero público para pagar los servicios de prostitutas que se emplearon en empresas públicas, razón por la que se investiga a un ex ministro y otros ex altos cargos en el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional–, Sánchez se limitó a ratificar su consumada habilidad como escapista. Eso sí, para el truco de ilusionismo esta vez sacó de la chistera unas gafas: se las ponía, se las quitaba, leía con ellas ataques al PP, que tampoco consiguió con su interrogatorio esclarecer nada, si acaso contribuyó a la escenografía caótica de un presidente del Gobierno que no respeta a ninguna institución: no tuvo complejos en calificar de “circo” la comisión que le había citado.
Dicen las crónicas que las lentes eran de Dior, no lo sé: pero sí que las usó para distraer, polarizar, eludir su responsabilidad y evitar esclarecer hechos muy graves que le atañen directamente. Él se lo tomó a chirigota, impune como se cree. Así que sólo se le puede replicar como ya cantara en el Gran Teatro Falla la agrupación de El Love: “Y tú con las gafas”.
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