Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
España arde por los cuatro costados en un verano calentito. Mientras Putin mata ucranianos por no dejarse invadir, Netanyahu masacra palestinos porque a sus espaldas hay una cámara de Hamas y Trump socava el estado de derecho norteamericano, en España arden los montes porque acumulan mucha materia orgánica, tras una primavera lluviosa, y porque nadie la retira. Que aplicar políticas preventivas en ese inmenso mundo rural no luce, no genera titulares, no da fotos a los responsables de todo eso: los gobiernos de las comunidades autónomas. Y porque la crisis climática que negaba el tío de Rajoy en 2007, es hoy una realidad incuestionable, cuyos efectos se irán viviendo con mayor intensidad conforme pase el tiempo.
Esos fuegos destruyen paisajes de los que vive el turismo rural de mil aldeas y pueblos; exterminan ganado y animales salvajes que quedan atrapados entre las llamas, dado el comportamiento imprevisible de los frentes; destruyen explotaciones agro-ganaderas, viviendas y, lo único irreparable, causan la muerte de voluntarios y profesionales que se enfrentan a ellos.
Curiosamente, destruyen los elementos esenciales de la utopía ultraderechista: tierra, orgullo patrio, autenticidad hispana, tradiciones seculares, población autóctona y todo lo demás. Justamente el ideario colectivo donde se concentra el negacionismo climático más ignorante, retroalimentado por la circular divulgativa de las redes sociales y los medios afines, blindado ante cualquier soplo de aire fresco que aporte datos científicos frente a creencia ciega.
Así de mal nos va. Cuando el fanatismo conservador llega a las instituciones, cierra los chiringuitos progres de prevención y planificación y reduce las plantillas contraincendios, mientras Estado y comunidades dedican ahora la mitad en prevención que en la década pasada.
En un escenario calcinado, un jefe político sale ofreciendo (otro) pacto de Estado contra el fuego. El de enfrente lo rechaza, por supuesto, y se inventa una lista de iniciativas que serían, justamente, la base de ese pacto. Mientras sus mozos de espada calientan el ambiente a base de estupideces a cuál más insultante para la inteligencia.
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