Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Conspiración?
En tránsito
No sé si el último día de agosto –el final de las vacaciones para los privilegiados que han podido disfrutarlas– es el más indicado para hablar de un asunto tan complejo como la inmigración irregular. Ahora mismo estoy pensando qué voy a hacer con una neverita de playa que compré (y que ya no necesito), y tendría que estar preparando maletas y arreglando cosas para el regreso. Supongo que muchos lectores –si alguno queda– estarán en un estado de ánimo similar, es decir, distraídos y melancólicos y con muy pocas ganas de pensar en estas cosas. La inmigración, Dios mío, qué pereza. Pero este debate es inevitable y me temo que llevamos mucho tiempo –demasiado tiempo– hablando de la inmigración irregular sin manejar datos objetivos y sin saber muy bien de lo que estábamos hablando, ya que nuestra especialidad es el rechazo visceral o bien el deseo de creernos virtuosos y solidarios y buenas personas (“el corazón asín de grande” del que hablaba, con insoportable cursilería, nuestro Juanma Moreno). Y esa vía lleva irremediablemente al fracaso. O al estallido social, que es otra forma de fracaso.
El tema de la inmigración incontrolada, nos guste o no, es el tema crucial de nuestra época, y de nada nos servirán la retórica ni la cursilería ni los buenos sentimientos. Los inmigrantes seguirán llegando a nuestras costas y entrando de cualquier manera por los pasos fronterizos. Y si no sabemos enfrentarnos a esta realidad con la cabeza fría y con una visión de Estado a largo plazo nos vamos a llevar un chasco muy gordo dentro de muy poco tiempo. Me gustaría recordar que muchos partidos de izquierda en Europa han introducido ya un discurso muy crítico contra la inmigración descontrolada, y eso mismo ha hecho la derecha liberal, aunque nosotros sigamos tan despistados como siempre.
¿Cuántos inmigrantes necesitamos? ¿En qué sectores laborales? ¿Para qué profesiones? ¿Con qué capacitación? Eso es lo que deberíamos saber, aunque por supuesto nadie lo sepa en este país nuestro en el que se gastan ingentes cantidades de dinero público en chorradas de toda clase. Y convendría recordar que España es el país de Europa que sufre el mayor índice de desempleo (más aún que Grecia e Italia y Portugal). En fin, todo es muy complicado y encima se termina el verano y aún no sé qué voy a hacer con la neverita playera, maldita sea.
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