Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Cuando empecé a escribir mis primeros trabajos académicos sobre el marco internacional y europeo de lucha contra el cambio climático hace ya más de veinte años existía una importante brecha de información entre los círculos académicos y científicos y la opinión pública. La comunidad científica disponía de información y proporcionaba propuestas y escenarios que servían como punto de partida para la arquitectura jurídica internacional. No obstante, en gran parte la opinión pública no accedía normalmente a los informes científicos (aunque estuvieran fácilmente disponibles en internet) y la percepción de riesgo por la acción del cambio climático era muy difusa. Ante la falta de apoyo de la opinión pública, la acción política ha sido generalmente poco o nada comprometida con la lucha climática, salvo en el plano retórico o marketing político.
Estas circunstancias han cambiado radicalmente en los últimos años. Las consecuencias devastadoras del cambio climático son ahora visibles para todos en múltiples manifestaciones que afectan a todos los rincones del planeta. Desafortunadamente ya no es necesario leer informes científicos sino observar la realidad para percatarse de una profunda disrupción climática global que tendrá severas consecuencias, especialmente para los más jóvenes y las generaciones futuras. No obstante, la acción política internacional sigue en manos de los poderosos intereses económicos ligados a los combustibles fósiles aliados astutamente a un sector negacionista cegado por su venda de fanatismo, sector minoritario pero potente apoyado por un uso perverso de las redes sociales.
Por ello, soy extremadamente pesimista sobre las posibilidades futuras de un marco internacional efectivo de lucha contra el cambio climático con objetivos realistas de mitigación que contribuyan a la reducción de las emisiones de gases de efectos invernadero. Entonces, ¿qué hacer? La única vía razonable de actuación es la adaptación a los nuevos escenarios. En este sentido, España tiene unas tareas hercúleas por delante en materia de prevención y control de incendios, uso adecuado de recursos hídricos, protección de la costa e infraestructuras costeras, transformación de la planificación urbanística, reordenación del territorio, planificación del sistema de salud y atención social, modificación de legislación laboral, etc. Desafortunadamente, no hay un minuto que perder.
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