Elogio de la amabilidad

20 de julio 2025 - 03:08

Aprecio y valoro cada vez más la amabilidad. Y también esa otra actitud llamada cortesía, palabra desgraciadamente casi caída en desuso. Sin ellas la vida cotidiana es difícilmente soportable. Conocido es el dilema del erizo que Schopenhauer propone en Parerga y Paralipómena (Trotta): “Un día helado de invierno, varios erizos se apiñaron muy juntos para, gracias al calor mutuo, evitar congelarse. Pronto sintieron el dolor que les causaban las púas de los otros, lo que los hizo separarse nuevamente. Pero la necesidad de calor los volvió a unir, y se repitió el retroceso de las púas, de modo que quedaron atrapados entre dos males, hasta que descubrieron la distancia adecuada desde la cual podían tolerarse mejor el uno al otro”.

Muchas interpretaciones optimistas y pesimistas sobre las relaciones humanas se han hecho de este dilema. La mía es a la vez optimista y realista: a esa distancia adecuada desde la que podemos tolerarnos para no helarnos ni herirnos la llamo amabilidad. ¿Y el amor? Cernuda interpretó dolorosamente el dilema del erizo en el prólogo de Donde habite el olvido: “Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor”. Pero el amor, en la poesía que da su becqueriano título al libro, duele y para Cernuda es un “ángel terrible”.

No creo que el amor excluya necesariamente la amabilidad, más bien lo contrario. Como tampoco creo que excluya la profundidad, la sinceridad o la verdad, tantas veces asociadas tópicamente a lo áspero, lo desabrido, lo rudo y lo desagradable. Es frecuente confundir –en la vida cotidiana y en el arte– realismo con tremendismo, grosería con sinceridad, descortesía con fortaleza de carácter y la mala educación –¡herencia jipi-progre de los años 60!– con la libertad y la espontaneidad que rompen convenciones burguesas.

Desde entonces venimos padeciendo crecientemente estos equívocos. Aunque también hay que decir que, en la única vida real, que es la cotidiana, la común que vivimos la mayoría de los comunes mortales, hay una hermosa resistencia social, creo y espero que mayoritaria, que mantiene la amabilidad en el trato frente a la aspereza y la grosería. Bastantes espinas inevitables tienen la vida y las relaciones humanas para que les sumemos más.

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