Diccionario vital

04 de octubre 2025 - 03:07

Las palabras configuran la literatura de nuestra vida y, al igual que un escritor las imagina para deslizarlas después sobre el papel, el carpintero las escoge para erigir su historia. Ni al escritor ni a la gerontocracia académica le pertenecen la palabra porque esta es universal y transversal. Tanto en común tiene el marroquinero con el pedante de la Big Four, y aquí, mi primo, que es ingeniero aeroespacial, se mira al espejo y ve en él reflejado el rostro del peón de la obra que le jode la siesta del viernes. Hay palabras que actúan de denominadores comunes, y lo que no consiguió el comunismo, esa utópica y cínica pretensión de igualdad ante la metafísica del alma, lo consigue la palabra, que proletariza vidas.

Digo que las etapas de la existencia se miden en las palabras que pronunciamos, y que somos todo aquello que también hemos dejado de decir. Los términos clave de mi infancia fueron “escondite”, “culet”, “tazos”, “Tragabuche” y “mami”, “cómprame” y “eso”. Luego fui creciendo y en la adolescencia comencé a sustituirlos por otros como “tetas”, “parida” o “virginidad”. Rozando la mayoría de edad hablábamos de botellones, y luego me mudé a Madrid y resulta que se hacían copas. En la universidad repetíamos más el verbo “salir” que “estudiar”, aunque ahora resulta que chapaba todo el mundo. Superado el ecuador de la veintena incorporamos a nuestro vocabulario “brutos”, “declaración de la renta” y comenzaba a asomar, muy tímido aún, “tardeo”.

Hoy, en la treintena, ya no recuerdo hace cuánto no digo botellón y no se me ocurre hablar de jugar al escondite, aunque el mundo esté para que no nos encuentren. Menos espacio queda aún en mi cabeza para hablar de tetas como no sean las de la esposa y, desde luego, muchos más años han pasado desde la última vez que le pedí a mi madre que me comprara eso. El espacio en la conversación circundante lo ocupan ahora palabras como “hipoteca”, “paternidad”, “despedida”, “soltero” y “dinero”, “mucho”, “boda” y “ruina”. Y me temo que en unos lustros comenzaremos a mentar el ácido úrico, el Danacol, la próstata y la disfunción eréctil, que la sufre desde el basurero hasta el presidente de Estados Unidos.

La palabra iguala y contribuye a la justicia social. Ya sé yo que habrá pelmas que leerán esto y dirán que los pobres críos de Sierra Leona no hablan de hipotecas y que justicia social, ninguna. “Pelmas” es una palabra que nunca había utilizado. Con la edad te das cuenta de que cada vez hay más.

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