NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
La larguísima lista de insultos, desprecios, descalificaciones, improperios, bulos, mentiras, lemas infamantes, comparaciones insidiosas y todo lo que se les ocurra, sin ningún tipo de filtro, que la caverna política y mediática le está dedicando al presidente del Gobierno, al Gobierno y a cualquiera que no comparta sus ataques, yo diría que está llegando a su fin, por la sencilla razón de que no hay más palabras injuriosas, más expresiones intimidantes, más acusaciones que achacar, más apocalipsis…
Y es que, el diccionario no da para más, por lo que les es imprescindible la colaboración de unos cuantos talentos para hacer rimas con Txapote o hijo de puta –transmutado ya a “chulo de putas”–, fomentar “el hit del verano”, el desprecio por “la guerra del abuelo” y hasta para proponer “cavar fosas”. Una permanente falta de respeto, una constante violación de las más básicas formas de la educación, un persistente asalto a la verdad, la criminalización de todo aquello a lo que consideran diferente, pero, sobre todo, la inoculación de odio entre la gente es la alternativa que nos ofrecen. Ese deseable análisis de la situación del país, incluidas las propuestas que su modelo defiende, se reducen a una agresión sin tregua que, no obstante, por su simpleza y villanía, cala en las mentes de quienes desean una realidad micro reducida a un ripio y con un culpable de todo.
Pero es que ya tampoco los aguantes dan para más. La táctica de la gota malaya también empieza a hacer estragos, porque es insoportable enfrentarse cada día a un nuevo improperio, a una nueva tergiversación, a otro enemigo inventado, en una carrera hacia la deshumanización del oponente sin precedentes en la democracia, en la que ser progresista o de izquierdas se presenta como una amenaza, como algo demoníaco y delictivo.
Ese es el argumentario. Y, aunque algunos reconozcan no estar leyendo nada, se aprendieron de pe a pa las directrices que el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, puso en marcha para conseguir el apoyo del pueblo alemán a las ideas supremacistas y exterminadoras del Fürher. Esperemos que, sin causar los estragos que tan funesto episodio de la historia produjo en el ínterin, también la gente sea capaz de ver el verdadero rostro que se oculta detrás de tanta desvergüenza. Pero dejarlo a la suerte me parece demasiado optimista. ¿Sería una locura la aprobación de una ley y la creación de un tribunal de la ética y que tanta acusación sin pruebas, tanto desmán, pudieran ser tratados como delitos? Claro, que confiar esto a los de las puñetas de encaje sería otro ejercicio de confianza para el que tampoco dan los tiempos.
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