En calidad de testigo -no puede mentir al Tribunal-, el presidente del Gobierno de la nación, Mariano Rajoy, acudirá mañana a declarar sobre la llamada trama Gürtel, también conocida como el caso de corrupción de un grupo de gentes cercanas al Partido Popular y también como, esto es peor, "la corrupción del PP". Acude por sus responsabilidades en la dirección de su partido por si fuera conocedor de datos y hechos de esta corrupción susceptibles de ser valoradas por los jueces. Evidentemente es una mala noticia. Haciendo abstracción no se trata de Rajoy, ni siquiera del PP, estamos hablando de que el presidente del Gobierno español acude a declarar a un Tribunal por un caso realmente feo y maloliente, como son todos los de corrupción política. Y lo hace porque cuando se estaban produciendo estas conductas delictivas y odiosas, Mariano Rajoy era el máximo responsable del Partido Popular.

Ahora todo ocurre en el interior del cataclismo catalán, cuyas consecuencias serán nefastas para todos los españoles, no sólo para los catalanes. Para todos-todos. Y esto de mañana, también. Imagino que esta comparecencia ante la Sala que juzga a la trama de corrupción conocida como "Gürtel" habrá sido preparada concienzudamente por el presidente del Gobierno. Declara ante el Tribunal y ante toda España y algunas de sus televisiones más conspicuas, que previsiblemente tratarán monográficamente el asunto, haciendo su propio juicio mediático con hemerotecas, videotecas, opiniones más o menos vociferantes y toda clase de "expertos" en derecho penal y procesal. Más los portavoces de los partidos políticos deseosos de sacar de la Moncloa a Rajoy y el PP. Como sea.

La acción y la reacción no suelen ser inmediatas, y menos cuando se judicializan las acciones, entonces hay una lentitud que llega a ser exasperante. Y con estos flecos. Más la amenaza de la prescripción, que es lo más exasperante. Por eso España espera la Sentencia de la Gürtel. La firme, quiero decir. Y todas las pendientes, que hay muchas. La verdad judicial será la verdad que conoceremos. También en esto. Toda la verdad, nunca. Lo hemos aprendido en cien juicios, prescripciones y arreglos con las fiscalías. O los suicidios. Que cierran los casos por defunción, un muerto comparece ante el Tribunal divino, no el humano. La historia cuenta con guiones apasionantes y guiones deprimentes. Que han sido redactados por guionistas perversos. Misteriosos muchos de ellos, anónimos. Si fuéramos Estados Unidos, la industria audiovisual ya habría encargado a los guionistas una serie sobre lo que ocurre. Tangencial o directa a la yugular. Máxime con tantos ingredientes como se dan en nuestra Patria amada. Aquí estamos en lo que estamos, esta deflagración, esta maquinaria sin alma de algunos.

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