La conjugación de la felicidad

04 de marzo 2023 - 01:37

Leo estos días Los incomprendidos (Espasa, 2022), de Pedro Simón, y se erige ante mí, terrenal, el susurro de los días felices de la infancia y la adolescencia. No va de eso el libro, no, o tal vez sí. Depende. Lo interesante de novelas como esta, en las que se invocan tiempos pasados, es la subjetividad en su interpretación. Leer sobre la adolescencia habiendo tenido una adolescencia traumática te llevará inexorablemente al trauma. Si la palabra traumática la cambiamos por feliz, trauma devendrá en felicidad. Mi adolescencia, como la de muchos o casi todos, fue agridulce. Pero déjenme centrarme en la melosidad para hablarles, si les parece bien, de la felicidad.

A menudo se piensa en la felicidad como un ente rígido e inflexible, pero la felicidad es dúctil, divisible y transversal. La nostalgia es un sentimiento de pena presente a través del que se añora la felicidad del tiempo pasado. La ilusión es la esperanza palpable de la posibilidad de ser feliz en el futuro. Los más jóvenes estamos en ese instante en el que sabemos que nunca volveremos a ser felices de la manera en que lo fuimos, pero que sí podremos continuar siéndolo de otra forma.

La adolescencia. La felicidad de la adolescencia. La felicidad de la adolescencia huele a libro plastificado, a lápiz recién acicalado, a Disaronno o a Licor 43 en los labios húmedos de la persona que te gustaba, al ambientador del coche del primer amigo que se sacó el carné de conducir, al humo del primer cigarro compartido, a mar y a arena fina.

El futuro. La felicidad del futuro. Quién sabe, la felicidad del futuro tal vez huela a meconio y pis o al sudor homicida que desprende la sobaquera de quien esté sentado a nuestro lado en el avión en el que daremos la vuelta al mundo o a la codicia que exudan los 10.000 euros mensuales en la cuenta bancaria. Quién sabe, felicidad, volátil e impredecible.

La felicidad de la adolescencia. La felicidad del futuro. ¿Dónde está el presente? ¿Es el ser humano un todo de nostalgia e idealización? ¿Es la felicidad del presente una felicidad inconsciente? Echamos de menos y deseamos. Peleamos contra monstruos decimonónicos que no queremos que vuelvan a infectarnos con su aliento y trabajamos para llegar a ser. Nos enrolamos en el estuve y barruntamos el estaré, y así, añorantes y soñadores, nos olvidamos de la indispensable lucha por el estar.

Juventud, el oro de la juventud. Nosotros todavía tenemos la oportunidad de aparcar el presente y juguetear con tiempos pretéritos y venideros. Alternarlos a nuestro antojo. Pero llegará el punto de no retorno. Aquel en el que no haya elección. Aquel en el que el pasado se coma al futuro. Entonces, sí. Entonces sabremos que jamás fuimos tan felices como lo somos hoy.

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