El artículo 44 de la Constitución española insta a los poderes públicos a promover la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general. Sin embargo, la investigación lleva años reclamando una mayor atención en España.

Desde el 17 de junio de 2020, todos los miércoles a las 12:00 horas, los investigadores españoles han tomado las redes sociales bajo el hashtag #SinCienciaNoHayFuturo. La pandemia nos ha mostrado las carencias que sufre el sector, y somos muchas personas las que nos hemos sumado a las protestas telemáticas a la espera de una respuesta institucional que apuntale la I+D.

Exigen el incremento de los presupuestos públicos destinados a investigación, que en España representan el 1,2% del Producto Interior Bruto (PIB), muy por debajo de la media europea del 2%, y equivalente en niveles de gasto en ciencia al año 2010. Y reclaman la mejora y estabilización de la carrera profesional, sobre todo de los jóvenes investigadores, cuya situación es precaria.

Sin ciencia no hay futuro puede sonar a lema pasado de moda. Pero sigue siendo uno de los argumentos más sólidos a favor del apoyo a la ciencia. La ciencia no es un gasto, es una inversión. Una imperiosa necesidad que, en plena pandemia, se ha vuelto más evidente que nunca. Como la sanidad, la investigación pública sigue olvidada e infrafinanciada, y agoniza lentamente mientras atraviesa uno de los peores momentos de su historia.

Así que, con pandemia o sin ella, la ciencia necesita en nuestro país una inversión del 2% del PIB, pero mediante un pacto que no tenga que ver con la legislatura ni con la pandemia, sino como un avance hacia el futuro.

La ciencia no es perfecta. Aunque tiene una enorme capacidad de superación y una capacidad de autocrítica algo exagerada. Pero, hoy más que nunca, hay que defenderla como el sistema más eficiente para generar conocimiento y probablemente el único que va a poder salvarnos de la debacle climática y ambiental a la que nos precipitamos a toda velocidad. Es el conocimiento contra el colapso de nuestra civilización. Más que nunca, ahora podemos afirmar que sin ciencia no hay futuro.

Si queremos que la ciencia sea una prioridad, como nuestros políticos no se cansan de decir; si queremos ser competitivos y estar a la altura de otros países europeos; si queremos un futuro; si queremos ayudar a nuestros investigadores, hay que ponérselo fácil. Y la solución está en menos burocracia y más ciencia, porque más que nunca es necesaria en nuestro país.

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