Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
En 2025 se cumple un siglo de la salida al mercado de la primera cámara fotográfica en formato compacto, la Leica 1. El ingeniero alemán Oskar Barnak, empleado de la compañía de óptica Leitz y gran aficionado a la fotografía, cansado de cargar con las pesadas e incómodas cámaras de la época, desarrolló un aparato portátil de apenas 400 gramos al que bautizaron con el nombre de Leica (acrónimo entre el nombre del propietario Ernest Leitz y la palabra “cámara”).
Una idea revolucionaria, junto a una primorosa artesanía y una apuesta empresarial arriesgada, abrieron el camino de la fotografía moderna. Su tamaño reducido y manejable, su gran fiabilidad y la ingeniosa utilización de un carrete con película cinematográfica de 35 milímetros en formato horizontal aportó a los fotógrafos movilidad, rapidez y facilidad de aproximación a cualquier suceso susceptible de ser captado por su objetivo. Frente a la aparatosidad de un equipo que incluía una cámara de gran formato y un voluminoso trípode, la Leica cambió la historia de la información gráfica propiciando la fotografía callejera, los fotorreportajes de guerra o el acercamiento a la naturaleza en los más remotos e inhóspitos lugares del mundo.
En la novela La chica de la Leica, su autora, Helena Janeczek, cuenta la historia de Gerda Taro, la fotoperiodista alemana que, junto a su pareja, Endre Friedmann, retrataron la Guerra Civil española. Gerda fue la primera mujer que con sus imágenes que dio testimonio del dramatismo que se vivía en la primera línea de fuego. Tanto ella como su compañero firmaron sus trabajos con el nombre de un supuesto corresponsal estadounidense: Robert Capa, para así conseguir que se los pagasen tres veces más caros. Gerda tomó las primeras y únicas fotos de la ofensiva de Madrid, pero mientras las tropas republicanas se replegaban ante un ataque aéreo del bando nacional tuvo la mala suerte de ser atropellada accidentalmente por un tanque republicano fuera de control. Expiró en un hospital de campaña en El Escorial el 26 de julio de 1937, seis días antes de cumplir los 26 años. Fue la primera fotógrafa muerta en el campo de batalla. Su lema era tan bueno como temerario: “Si tu foto no es lo bastante buena es que no estás lo bastante cerca”.
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