Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Parece que la Verja de Gibraltar desaparecerá de una vez por todas en enero, o eso dicen a un lado y otro del vallado que se remonta a los inicios del siglo pasado. El paso fronterizo, conocido como la “focona” –vocablo llanito de four corners (cuatro esquinas en español)– será historia, en el sentido figurado y literal.
El ejercicio de tautología empleado por los servicios de Exteriores británico y español, que básicamente han ratificado estar de acuerdo en disponer de un acuerdo, queda a la altura de los Hermanos Marx o el más clarividente Rajoy. Sin embargo, eso no ha frenado a muchos para pedir por adelantado y preguntar qué hay fuera de carta.
Los ultras de ambos países acusan a sus gobiernos de ceder soberanía, sin saber nada de lo negociado. Otros piden hacerse con determinadas propiedades, con las que fantasean erigir un emporio. Ay, el mercado inmobiliario… En Gibraltar, a modo de bat-señal, ya han iluminado el castillo del Moro de color rojo para el National Day, que se celebrará una semana después de la reunión entre Keith Starmer y Pedro Sánchez en Londres que tendrá lugar el 3 de septiembre.
Nuestro particular Muro de Berlín no tiene esa mística de la Guerra Fría. Se puede decir para el caso que “la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa”. Puestos a elucubrar y apuntar a la comanda: no estaría demás un Checkpoint Charlie que relate y contextualice la anacrónica y anómala situación en suelo europeo.
Es cierto que no es una estructura digna de las novelas de John Le Carré, aunque sí hubo espías. Tampoco se espera que un cacho de Verja acabe inexplicablemente en Isla Mágica. Pero sería un atractivo cultural poder musealizar parte de los inmuebles para explicar el despliegue de bobbies y guardias civiles; o el contrabando y las relaciones de las poblaciones; entre otras muchas historias.
Algunos podrán descubrir que el elemento que causó discordia por su cerrojazo no fue Made in Spain. Quizás puedan aprender cómo, por ejemplo, durante la Guerra Civil sirvió de “cortafuegos” a los españoles que huyeron de los sublevados. Otros, igual, descubrirían que el Imperio británico construyó y ocupó territorio del istmo nunca cedido en el tratado. Esperemos que sea alguna de estas cosas y no un triste parking o más apartamentos turísticos.
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