Carpe diem

20 de septiembre 2025 - 03:07

El pasado martes, los teléfonos e internet se vieron desconectados en el Campo de Gibraltar, aunque la avería se subsanó y poco tiempo después se pudo seguir disfrutando de las comodidades que nos brindan las nuevas tecnologías. “Pelillos a la mar” y a seguir con nuestras cosas, empeñados en vivir y disfrutar.

“Ser feliz” es el eslogan que se inculca a nuestros jóvenes en la sociedad que vivimos. Disfrutar del momento, Carpe diem, es la filosofía actual. Y anclados en este pensamiento pasamos sin pensar en el futuro, el cual dejamos en manos de los que nos gobiernan. Mientras nos den lo que necesitamos, más o menos, subvención arriba o abajo, algo de pan y mucho de circo, así vamos saliendo adelante y nos tragamos medias verdades, sin tener que pensar mucho. Mientras tanto, los trenes no llegan a su hora, o se estropea la catenaria, o el señor ministro de Transportes dice que tendremos incidencias para tres años y que habrá que conformarse. Por lo visto los jueces prevarican, pero no veo ni tengo conocimiento de que se les haya abierto una denuncia en ningún juzgado.

En Gaza se está cometiendo una masacre o un genocidio, que más dará una u otra palabra; habría que inventar una nueva para definir el infierno. Acaso las palabras están por encima de la sangre y el dolor derramados en esa franja de la vergüenza, donde las grandes potencias se miran de tú a tú en el muro de las lamentaciones y deciden seguir con su plan más siniestro. Mientras los países árabes se lamentan y ven desde sus respectivos espacios como los misiles derriban edificios y apagan voces, nos manifestamos en Madrid cuando pasa la Vuelta Ciclista en la que dejamos que participara Israel. Y tampoco acabamos con los contratos que siguen vigentes con Israel. Miramos con una perspectiva esquiva para conseguir objetivos cercanos, pero no ponemos el dedo en la llaga. La tecnología israelí nos tiene prisioneros y el poder de Estados Unidos nos tiene enmudecidos. Siempre el pescado grande se comió al más pequeño y, en esta vida de adelantos tecnológicos, la ballena se volvió a tragar a Jonás.

El mundo enmudece ante los grandes y lanza el consabido “sálvese quien pueda”. Mientras tanto unos cuantos creen en los gritos y en las pancartas, no sé si como salvoconducto o como referencia ilusoria para seguir confiando en este mundo que se va pudriendo poco a poco. Cuando desde un andén embarrado esperamos en medio de la nada que un autobús venga a recogernos porque el tren nos ha dejado vendidos y el señor ministro de Transportes hace bromas con los incendios que se cobran vidas humanas y asolan nuestros campos. Y aún hay para más, pero ya sería otro capítulo.

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