Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Dado que los nombres de reyes carecen de denominación de origen protegida, a diferencia de los papas, sus apelativos pueden repetirse. El de Carlos III resulta especialmente jugoso, con hasta cinco titulares, algunos merecidamente recordados. El más antiguo de los que nos afectan fue rey de una parte de España durante sólo seis años, en el siglo XVIII. Se trata del archiduque Carlos de Austria, uno de los dos candidatos al trono a la muerte de Carlos II El Hechizado, en 1700. Inglaterra y sus aliados lo utilizaron como elemento de discordia para que no se aplicase el testamento del difunto, que nombraba como sucesor a Felipe de Anjou, nieto del Rey Sol. La amenaza de un temible bloque borbónico desde París a Madrid, que podría imponer una insoportable hegemonía política en el Viejo Continente, está en la base de lo que se llamó la guerra de Sucesión española. Aquella fue una desgraciada guerra civil, que volvió a encender las aspiraciones independentistas catalanas y nutrió el argumentario del imaginado maltrato español.
Conviene recordar que el candidato francés, ya en el trono como Felipe V, fue jurado rey por las cortes aragonesas y catalanas, que, después, lo traicionaron, cambiando de bando. Detalle olvidado por el independentismo en su habitual e hiperventilado discurso supremacista. Y, como lo llamaron para hacerse emperador de Alemania en 1711 y su bando perdió la guerra, no figura en la genealogía de monarcas hispanos. Con el número 3 libre, sería un hijo de Felipe V el que volviera a llamarse Carlos III, el de la estatua en la Puerta del Sol de Madrid.
El último Carlos III, de momento, no es español, sino del Reino Unido, que no parece llamado a entrar en la historia por la puerta grande. El hombre ha tenido que esperar a tener 73 añitos para ocupar el trono. Cosas de su madre, la muy querida, por los británicos, Isabel II. El nuevo rey no parece haber hecho gran cosa en la vida, aparte de esperar su turno. Tuvo culebrón televisivo con Lady Di y, ahora, comparte trono con la reina más impopular de la monarquía británica. Y hasta ha tenido que apartar de la familia al sinvergonzón del su hermano Andrés, al estilo de lo que ha hecho y repetido, recientemente, Felipe VI de España.
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