Lotta Continua
Francisco Silvera
Una modesta proposición
Hace cien años en Gibraltar se hablaba mayoritariamente español. Cuando el periodista autóctono Héctor Licudi escribió Barbarita –una novela autobiográfica hoy muy difícil de encontrar–, se planteó ambientarla en un Peñón que describió con la minuciosidad de quien conocía todas sus capas sociales y físicas. La acción, protagonizada por su alter ego Enrique Irbán, discurre en una ciudad bien definida en su geografía y en sus relaciones sociales. El personaje se mueve entre bazares y esquinas, plazas y calles que cita siempre con su nombre en español: la Principal, la de Ingenieros, la plaza del Martillo, las puertas del Sur, la Alameda Vieja y todo un dédalo de travesías y callejones como el de Trasloscuartos, el del Tío Pepe, el de Comedias o el de Dolores Corbe.
Una iniciativa impulsada por el ministerio de Patrimonio y la asociación Multilingual Gibraltar, ha rotulado en español muchos de estos espacios hasta ahora marcados exclusivamente con el nombre sajón. Con artesanales azulejos y letras mayúsculas rojo yanito sobre fondo blanco vuelven a lucir en las fachadas de la Roca los nombres españoles y tradicionales de muchas calles con el fin de honrar la memoria de los antepasados, dar valor al patrimonio local y mantener viva una parte decisiva de su identidad cultural, en palabras del arqueólogo del gobierno y responsable del proyecto, Dominic Lopez.
Mientras tanto, en la vecina Algeciras, buena parte de sus ciudadanos han olvidado el nombre histórico de sus calles. Una urbe tan dada a la desmemoria como esta se ha encargado con tenaz insistencia de borrar y sustituir la denominación primitiva de sus vías en una clara y constante muestra de desprecio a su pasado. Topónimos hermosos, eufónicos y cargados de significado fueron retirados de los muros y las esquinas y hoy se encuentran bajo capas de olvido. Algunos, se mantienen en la memoria colectiva, como el Secano o la Marina; otros, como el Calvario, han cruzado las aguas del Leteo. Siguen teniendo vigencia algunos como Ancha, Convento, Panadería o Real, pero pocos ciudadanos podrían ubicar ahora la calle del Ángel, la de la Soledad, la del Sol, la de la Aduana, la de la Cruz Verde, la de Carretas, Jerez, la calle Larga, la Alameda Vieja o la Banda del Río y callejones como el de las Viudas, la Mosca o el de la Vieja. Ante este olvido de nuestra historia, no estaría de más volver a imprimir estos nombres en artesanales azulejos con fondo blanco, aunque solo sea con letras minúsculas de cualquier color.
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