Tras leer el cuento de El regalo de los Reyes Magos, de O. Henry, decidí escribir una columna periodística estando influenciado por el alcohol. Este cuento, considerado por los críticos como uno de los mejores de la historia de la literatura, fue escrito por su autor en solo tres horas, pues ese es el plazo que le habían dado los editores del periódico en el que colaboraba. O. Henry, un borrachín muy conocido en el mundo literario, se compró una botella de güisqui y se la liquidó mientras terminaba el cuento. El alcohol y la obra literaria muchas veces han estado unidos. Son muchos los escritores que han escrito sus mejores obras con una botella al lado. Han escrito de Faulker, el gran renovador de la literatura americana y premio nobel, que no escribió ni un solo día de su vida estando sobrio. Fernando Pessoa se ponía ciego de aguardiente antes de ponerse a juntar versos. De lo más orgulloso que se sentía Dylan Thomas era de haber batido el récord por beber 30 pintas de cerveza de una sentada. Rimbaud y Verlaine se bebían la absenta como el agua. Los existencialistas franceses soplaban calvados por un tubo. Hemingway, Scott Fitzgerald y Bukowski no eran capaces de ponerse delante de un folio en blanco si no estaban piripis. A nivel doméstico, nuestro poeta Javier Egea dejó escrito que si se perdía tenían que buscarlo en una taberna. Todos ellos están considerados grandes escritores y autores de obras maestras. Así que… ¿por qué no escribir yo una columna bajos los efectos del alcohol? Tal vez consiga la columna perfecta, la columna que pasaría a la historia del periodismo. Así que encendí el ordenador y me puse delante una botella de vodka caramelo. Comencé a escribir cuando ya llevaba cinco chupitos y terminé la botella casi al tiempo en que tenía las cuatrocientas palabras de la columna. Ya estaba. Más a ciegas que a tontas la puse en la bandeja de salida del correo electrónico y la envié al periódico. A la mañana siguiente mi columna no estaba en el rotativo. Le puse un guasap al encargado de la Opinión para ver lo que había pasado. Lo que me respondió fue: "¿Acaso estabas borracho cuando escribiste eso? No se entiende nada". Joder… ¿qué había fallado? Enseguida me di cuenta del yerro: casi todos los escritores se emborrachaban con productos de su tierra y yo lo había hecho con vodka caramelo. La próxima semana lo intento con vino de Albondón. Estén atentos.

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