No sé si esto que voy a decir será posible en próximos días, pero ese día fue placentera la sensación de poder realizarlo. Fue placentero no tener la premura de ir de un lado a otro apresurada sin saborear nada de lo que sucede en el camino. Y en el camino sucedió que me permití el quedarme en el coche sentada diez minutos más mientras escuchaba completa la entrevista a Manuel Vilas que presentaba su última novela, Los besos, haciéndome viajar bonito y lejos.
La literatura de este escritor nace para recordar al lector el don maravilloso de estar aquí porque la vida es una fiesta interminable y si estás enamorado, dice, el 95% de tu existencia la tienes resuelta.
Cuando apenas era una muchachita me enamoré perdidamente de Diego, un gran amigo de mi hermano que a la vez era hermano de mi gran amiga. No había día que no acelerase el paso para verlo salir de su colegio que era el punto de encuentro donde venía a recogernos mi madre. Él vivía cerca y hacía su camino de vuelta a casa andando y el simple hecho de verlo pasar hacía que el 95% del día ya vibrase pleno.
En el libro de Vilas se dice que los besos son "esas luces intensas en el camino de la vida, esas luces cegadoras tras de las cuales está otro ser humano esperándote en un acto de eternidad consentida por la muerte."
Mi primer beso de amor fue jugando a la botella; un beso con el que soñé más de una vez, dormida y despierta, pero nunca lo soñé como realmente al final se produjo. Había en el lugar de reunión de la pandilla un pequeño cuartito de jardinería con olor a tierra, sudor y abono con una vieja puerta verde de madera. Arriesgamos un poco más en el juego y decidimos que ese habitáculo fuese el lugar de encuentro de la pareja que la boca de la botella había unido. Una forma de intimidad para que el beso se produjese o no según nuestras afinidades con los elegidos. Me tocó con él. El corazón se me disparó mientras abría la puerta. Mi falta de seguridad me hizo creer que el beso no se daría, pero la penumbra nos permitió mostrar, con un inocente roce de bocas hecho infinito, lo que a la luz ocultábamos.
Ahora supe de tu partida. Siempre que te recuerde, querido Diego, ese inmarcesible beso te traerá de vuelta haciéndote eterno
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