Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
En junio de 1816, la fragata Meduse zarpó de Rocheford con rumbo al Senegal. Lideraba un convoy de cuatro barcos para tomar posesión de la colonia africana que Inglaterra había devuelto a Francia con motivo de la restauración borbónica una vez, que derrotado Napoleón en Waterloo, Luis XVIII ocupó el trono. En una decisión más política que práctica, se eligió como capitán de la Medusa a un aristócrata que encubría su falta de experiencia marítima con la rimbombancia de sus títulos nobiliarios. Su ineptitud y la poca precisión de las cartas náuticas propiciaron que el barco encallase en un banco de arena. Ante su inminente hundimiento, los pasajeros privilegiados se subieron a los botes salvavidas mientras que el resto de la tripulación (147 personas) construyeron una balsa con la que pretendían alcanzar el delta del río Senegal.
Hacinados y sin apenas víveres, pronto empieza a morir gente y mientras unos se suicidan, otros empiezan a comerse sus cadáveres. Al cabo de una semana solo quedan 30 supervivientes y tras 13 días a la deriva ven las velas de uno de los barcos del convoy. Solo hay 15 vivos. Tras la tragedia se levantó la polémica y el inepto capitán fue degradado y encarcelado.
Un joven pintor, Théodore Géricault, escogió este suceso que conmocionó al país para pintar La balsa de la Medusa, un óleo de grandes dimensiones (5 x7 metros) que pronto se convertiría en una de las grandes obras del Louvre. Tras oír el relato de los náufragos, hizo construir una réplica de la balsa. Se convirtió en asiduo visitante de una morgue para plasmar en múltiples bocetos el color de los miembros amputados y la rigidez cadavérica y, en aras del realismo, consiguió que un amigo médico le prestase restos anatómicos para dar verosimilitud a su pintura. Optó por representar en el cuadro el instante en que los supervivientes divisan a lo lejos el bergantín salvador. El lienzo escandalizó al público por su realismo casi obsceno y el horror que provocaba. Muchos vieron en la pintura la condena de la desidia del nuevo régimen, una metáfora del gran naufragio nacional. Algo parecido a la situación actual de Francia: sumida en una profunda crisis y enfrentada al peligro de devorarse a sí misma.
También te puede interesar
Lo último