NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Hay que ver lo que es sentir un olor. En un día cualquiera, aspirar el aroma que inunda la cocina de tu casa te lleva a otra, lejana y siempre joven, aunque ya ni exista. Contemplo mis manos que no son las mías, sino las de mi abuela, blancas y de uñas impolutas y sin pintar, porque era cosa de mujeres casquivanas, aunque no así empolvarse la cara con madera de oriente y peinarse las ondas de su cabello grisáceo. Y a la vez la veo cortar cuidadosamente las judías verdes, casi milimétricamente, y desechar con genio alguna díscola con hebra. Era el ritual metódico de la preparación de una berza, que realmente no lo era. No se trataba de coles sino lo que en la bahía de Cádiz llaman “cocido gaditano”, con los mismos ingredientes.
De ahí mi pensamiento se enlaza, mientras sigo preparando el cocido, con lo que es una cuestión territorial. Nuestra comarca siempre fue limítrofe entre la Andalucía Occidental y la Oriental; de sentimiento fuertemente gaditano y de gastronomía, léxico y entonación malagueña con el regusto por la “z”.
La historia siempre presente, siempre urdimbre del tejido que se va añadiendo, nos ha visto estar en ese ámbito que solo el que es de esta zona, comprende y quiere, y a veces le irrita.
Somos el resultado de tantos cruces, de tantas gentes de tierras tan diversas que nuestras raíces se expanden a lo ancho y profundizan poco. Cuando de Andalucía se dice que somos “crisol de culturas” se es pedante, pero no se miente. Somos como lo que he añadido a la olla, diverso, proteico, sabroso y que una vez que se produce la maravillosa alquimia, se obtiene un guiso secular y que nos recuerda que solo hay que buscar su origen para ver cuánta riqueza y sabiduría hay en él. Solo hay que tener cuidado con no quemarse al comerlo.
Es curioso que en una zona donde la especie humana actual estuvo tan pronto, habrá solo unos miles que nos hayamos querido quedar; que en un solar de paso, de migrantes, solo algunos de nosotros hemos descubierto el don de poder estar entre dos continentes, rodeados de verdor y contrastes, aunque la mayoría ha visto negocio en ensuciar nuestros recuerdos y hacerlos desaparecer y marcharse.
Pero aun más sorprendente es hoy esa ola de rechazo a lo que aparentemente es distinto a nuestros aspectos o costumbres. ¿Qué otra cosa somos los habitantes de esta tierra sino una mezcla profunda y maravillosa?
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