Termina 2022 y al mirar atrás y reflexionar lo que ha supuesto el año para las relaciones internacionales, el resultado no puede ser más desalentador. La invasión de Ucrania por parte de Rusia y el desencadenamiento de la guerra el 24 de febrero es sin duda el elemento clave que ha supuesto una crisis geopolítica de dimensiones desconocidas desde el final de Segunda Guerra Mundial y la ruptura total de los paradigmas de seguridad vigentes desde la aprobación de la Carta de Naciones Unidas.

Es cierto que el marco de gobernanza mundial estaba en crisis desde hace años y sometido a fuertes tensiones y cuestionamientos, pero el desafío generado por el fanático iluminado que dirige Rusia obliga a replantear los esquemas de seguridad vigentes desde 1945. Además, la guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto las debilidades del sistema económico internacional y la vulnerabilidad de las cadenas logísticas y de suministros en un proceso de globalización defectuoso que ha exacerbado los problemas preexistentes. Entre ellos lo más preocupantes son los que afectan a una gran parte de países del Sur Global incapaces de garantizar la seguridad alimentaria de sus poblaciones.

2022 es también el año de la consolidación autocrática de China después del 20º Congreso del Partido Comunista, que terminó con una fuerte concentración de poder de Xi Jinping confirmando la deriva autoritaria y reafirmando su política agresiva en su zona de influencia asiática lo que hace temer la aparición de nuevos escenarios de confrontación futura en el mar de China y cierra toda esperanza de apertura en el régimen apoyado en una fuerte represión a cualquier intento de disidencia. La aparición de una fuerte oposición pública ha motivado un cambio de enfoque para enfrentarse a la epidemia de Covid que arroja a su vez muchas incertidumbres.

Por otra parte, el año que se cierra constata el fracaso del marco internacional de lucha contra el cambio climático como se confirmó en la cumbre climática de Egipto. No solo no se alcanzaron compromisos vinculantes respecto de la reducción de gases de efecto invernadero sino se verificó lo alejado que están las posiciones en un contexto además de profunda disrupción de los mercados energéticos como consecuencia de la guerra de Ucrania. La crisis climática se ha manifestado crudamente este pasado año con records históricos de temperatura y fenómenos meteorológicos extremos en prácticamente todo el planeta. El panorama es ciertamente sombrío.

No todo son sombras, también hay algunas luces en 2022. Entre ellas la victoria demócrata frente al trumpismo en noviembre, el fracaso de Bolsonaro, la resistencia de la UE a los retos que supone la guerra y la sorprendente unidad entre sus miembros. Viene un año 2023 muy complicado.

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