La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La amnistía es injusta y tóxica

El PSOE se asienta de la mano del nacionalismo rico que fomenta la desigualdad: ha sufrido una mutación

Ha recordado oportunamente Rodríguez de la Borbolla que la amnistía y la autodeterminación fueron expresamente rechazadas por los redactores de la Constitución española aún vigente tras ser propuestas por los diputados minoritarios Tierno Galván, Morodo y Letamendia. No es que la Carta Magna no se pronuncie sobre ambos temas, como dicen los dóciles expertos que rebuscan un buen encaje para la Ley de Amnistía que viene. Es que quienes la redactaron se pronunciaron en contra. Sabemos, sin embargo, que el Tribunal Constitucional actual, al que corresponde la última palabra, aceptará que se amnistíe a Puigdemont y otros. Por mayoría.

Lo cual no evitará la principal característica de la amnistía que se va a aprobar: será injusta y tóxica para la democracia. Injusta porque consagrará la desigualdad entre los ciudadanos a la hora de responder de sus presuntos delitos y asumirá la lectura de la historia que vienen haciendo los presuntos delincuentes (héroes cívicos perseguidos por sus ideas políticas por una democracia mediocre e incompleta); si se acepta que no hubo delito en 2017, ni en 2014, salvo el del Estado español opresor, ¿qué mayor humillación cabe? Tóxica porque debilita al sistema democrático al desautorizar a uno de sus pilares, el Poder Judicial, al revertir sus sentencias por las decisiones contrarias del Ejecutivo y el Legislativo. Una democracia sin contrapesos y equilibrios sí que quedará devaluada. Más frágil y vulnerable.

Olvídense de la pacificación de Cataluña (¿no quedó ya pacificada con las concesiones de la legislatura anterior?), la convivencia nacional y el bloque progresista. Todo este desbarajuste obedece a las siete razones que comentamos ayer: los siete escaños de Junts en el Congreso. Los que necesita Pedro Sánchez para seguir haciendo avanzar a España. Que lo haga de la mano del nacionalismo rico, la derecha xenófoba, la asimetría de los territorios, la desigualdad ante la ley –y ante los recursos financieros– y algún delincuente que no se arrepiente, sino que proclama que no renuncia a delinquir de nuevo, sólo está siendo posible por la obra concienzuda y audaz del líder carismático que una vez salvó al PSOE de su ruina y posteriormente lo puso a su entero servicio. Con éxito: el partido ha sufrido una auténtica mutación. Ahora sí que no lo reconocen ni los padres que lo reinventaron.

Esto no es ya paradoja. Es contradiós.

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