Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
No. Ni el islam aumenta su influencia en Algeciras ni existe ni puede existir un proyecto colectivo para imponer en esta ciudad la cultura o la religión islámica. Confundir el innegable crecimiento demográfico de personas que profesan la fe islámica con un proceso organizado de islamización es, además de alarmante, inexacto. El número de musulmanes crece como consecuencia de la inmigración laboral de origen marroquí y, también, del nacimiento de hijos de familias musulmanas. Identificar en esos cambios demográficos una estrategia de imposición cultural carece de fundamento; los nuevos vecinos de Algeciras de origen marroquí solo han venido a buscarse la vida, a dar un futuro a sus hijos y a disfrutar de los derechos y libertades garantizados en nuestras leyes.
No puede despreciarse el dato de que las familias musulmanas en España tienen un promedio de 2,9 hijos (frente a los 1,2 que nacen en las familias no musulmanas). El 10% de los niños que nacen en nuestro país lo hace de madre o padre musulmán; entre los españoles genuinos ha calado ese mensaje globalista de que somos demasiados y que cada niño que nace es una carga, no solo para la familia, sino también para el Planeta. Sin embargo hay otro dato: en Europa Occidental se frenan notablemente los nacimientos de niños en familias musulmanas a partir de la segunda generación de migrantes (el precio del mode de vie européen disuade a los padres). Y, también, a partir de esas segundas generaciones se constata que la militancia islámica (participación activa en partidos u organizaciones de musulmanes, priorización de la identidad islámica frente a otras identidades, uso de indumentarias religiosas exóticas, expresiones de dogmatismo moral, rezo colectivo, compromiso con la alimentación halal, solicitud de profesores de islam...) se diluye considerablemente.
Nuestra pluralidad cultural, libertad de expresión, diversidad editorial, educación secular e Internet abierto mueve a los musulmanes ya educados en España a romper con muchas de las estructuras de ese islam rígido, rural y arabizado que sus padres les inculcaron. Esos jóvenes ya resignifican aquella versión dogmática del islam en otra más espiritual, despolitizada y acorde con nuestros principios de tolerancia, aconfesionalidad y separación religión-estado. Los partidos musulmanes fracasan. Los nuevos musulmanes de Algeciras hacen ciclos formativos o cursan grados en la UCA y opositan; conjugan fe y razón y comparten con la sociedad que los acoge los mismos anhelos de convivencia, paz y prosperidad.
El islam que crece en Algeciras nada tiene que ver con el de esos regímenes islámicos que preocupan, con razón, a ciertos políticos. Y no: nos pueden gustar más o menos nuestros nuevos vecinos musulmanes, pero Algeciras, académicamente hablando, no se islamiza.
También te puede interesar
Lo último