
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De lección
Un cortado
Más de dos semanas seguidas pasadas por agua. Ni los más antiguos del lugar recordaban algo así, una lluvia tan continua y tan sensata en el Campo de Gibraltar, sin la virulencia que sí han sufrido otras poblaciones de Andalucía con chaparrones de granizo y ríos al filo del desborde o directamente desbordados. Marzo ha llegado como una bendición para la salud de nuestros campos y pantanos.
Este regalo del tiempo, debido a un fenómeno denominado anticiclón de bloqueo según los expertos en la materia, nos va a conceder un respiro fundamental para los próximos meses de primavera y verano, para cuando el termómetro vuelve a escalar grados y las calores nos devuelvan a la manga corta.
Como ocurre hoy en día con casi todo en este país de tertulianos de pacotilla, cualquier asunto se pierde y se enfanga en debates interminables y que rara vez conducen a algún sitio. Estas maravillosas lluvias enfrentan a partidarios y agnósticos del cambio climático. Como era previsible, la política no descansa y sus adláteres menos aún. Hay quienes prefieren fomentar la pelea inútil sobre si sobre el clima está cambiando y los efectos del calentamiento global del planeta, situaciones más que confirmadas y verificadas científicamente. El caso es que el clima funciona según la atmósfera y la atmósfera responde a lo que sucede debajo, a lo que hacemos los humanos con nuestra insaciable voracidad consumista.
Podríamos entrar en un debate sin final sobre lo que contamina cada país y lo que aporta cada uno en su compromiso con la ecología. Es evidente que China, EEUU, India o Rusia van a su aire y que Europa decidió tomar otro camino de etiquetas verdes y tapones. El tiempo dirá si sirvió para algo el intento de inculcar esa cultura de economía circular o fue solo un paripé para el ciudadano más domesticado.
El caso es que, mientras se cae con facilidad en este tipo de discusiones, se suele perder el foco de lo más esencial y prioritario: prepararse para convivir con esta climatología. Las ciudades y sus responsables harían bien en aceptar que vamos a convivir con periodos de grandes sequías y con rachas de borrascas, temporales y con las temidas danas.
Adecentar los pantanos y las presas, mantener y vigilar los cursos de los ríos y arroyos, poner especial atención a las zonas inundables y los barrancos habitados... invertir en proyectos hídricos para que cuando llueva mucho como ahora y también para cuando vengan tres meses sin una sola gota. El agua es vida y es lo que va a condicionar el devenir en una planeta cada día más caliente. Quienes se lo tomen en serio como comunidad y país, seguramente sean los que tengan un futuro más próspero.
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