Centrado en el relato de las broncas, iniciativas políticas o número de licencias, el periodismo soslaya lo sustancial de la guerra entre taxistas y nuevas compañías de transporte: el proceso de darwinismo económico que supone la irrupción de empresas de VTC. El triunfo de sociedades con el tamaño de tiranosaurios rex, con la rapidez de velocirraptores y sin cueva fiscal cercana acarreará la extinción de uno de los últimos vestigios de las clases medias. Si prosperan, los taxistas agonizarán. Estos centauros del asfalto (mitad coche mitad hombre), estos empresarios de sí mismos seguirán el destino de los tenderos de esquina y los dueños de tiendas de vestir tras la eclosión de los híper y las firmas de moda mainstream.

La concentración ilimitada de capital y medios de producción permitirá a las plataformas bajar precios, que encarecerán después de copar el negocio. Ya ocurre en la India. Uber y la hispana Cabify son musculosas transnacionales sin lazos de solidaridad o sentido de pertenencia a la tribu. Implantarán sistemas masivos de explotación legal de chóferes y alejarán el dinero de donde se produzca el servicio. Los taxis apuntalan mejor los restos del Estado de bienestar. La Administración lo sabe. Y habrá de elegir entre el interés común o la rendición ante la absolutísima libertad de mercado… ese sacramento.

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