La filtración hace una semana del discurso de Ramón Tamames dejó en evidencia el esperpento que significaba la moción de censura planteada por Vox. Se trataba de un texto incoherente, mezcla de dogmatismo radical con infantilismo pueril y plagado de flagrantes desconocimientos tanto de la historia de nuestra nación como de las reglas básicas del funcionamiento de una democracia parlamentaria. Por supuesto, tal filtración generó un gran desconcierto del partido proponente de la moción de censura ante la existencia de curiosas contradicciones con sus planteamientos. Por ello, era esperable que el discurso se modificara significativamente antes de defenderlo, tanto para limar las desavenencias con el ideario del partido proponente como para pulir los gravísimos errores sobre los que basaba sus afirmaciones.

Pues bien, lo cierto es que el texto sufrió unos ligeros retoques cosméticos, pero se ha mantenido en lo esencial en el discurso pronunciado ante el Congreso de los Diputados. En la versión inicial filtrada llamaba la atención la importancia dada al tema de Gibraltar y la falta de solidez de sus argumentos como exponía claramente en estas mismas páginas y con una ingeniosa ironía Quino López el pasado martes. Y nuevamente apareció la cuestión de Gibraltar en el discurso de Tamames sobre una base de errores históricos, graves desenfoques jurídicos, ignorancia clamorosa sobre la situación actual y afirmaciones sin sentido ni coherencia que nos hacen preguntarnos qué pretendía realmente el autor y nos muestra una preocupante deriva intelectual del que fue un referente en la transición que ha dilapidado su prestigio y su figura.

Sin embargo, en mi opinión, el hecho de incluir con planteamientos grotescos la cuestión de Gibraltar en el esperpento que supone la caricaturesca moción de censura puede tener una lectura positiva. En un momento clave de redefinición del estatuto europeo de Gibraltar en la búsqueda de un modelo equitativo e innovador que regule las futuras relaciones de Gibraltar con la Unión Europea, los planteamientos dogmáticos e ignorantes deben quedar en la periferia del debate político a modo de chusca caricatura como ha sido la moción de censura y las palabras de Tamames sobre Gibraltar.

Todavía no sabemos si se logrará cerrar un tratado sobre la base del Acuerdo de Nochevieja o si será necesario iniciar una nueva vía, pero es ineludible que las partes traten el tema con rigor, seriedad y argumentos sólidos basados en la realidad del proceso histórico y el respeto del derecho internacional y el europeo. Y deben hacerlo tanto quienes ostenten posiciones de responsabilidad en la gestión pública como los que desde la oposición deben realizar una crítica responsable y plantear alternativas serias.