José Torrente

Salir del armario

24 de junio 2020 - 01:39

Que para que un homosexual sea más libre tenga que hacer pública su condición, no hace sino acentuar más aún la falta de libertad con que nos manejamos en eso de aceptar la opción sexual particular. Seremos más libres cuando sea innecesario advertir públicamente con quién nos gusta compartir amor y sexo, sin tener que decirle a quienes abrevan en el chismerío, y a través del telepingo de turno, que uno es homo, hetero, trans, bi u onanosexual.

La condición de hacerlo público parecerá la excusa que libera, pero es también una concesión al gran hermano que nos vigila y controla para gozo del fisgoneo pueril, con el que aspirar a ser amnistiado por las viejas y viejos del visillo que vigilan la vida de otros.

"Estoy aquí para contaros que soy homosexual", dijo Pablo Alborán. Deja su gesto la sensación de que entregarse a esa innecesaria declaración pública es una concesión al frustrante poder de una autoridad ficticia e insaciable. Es como pagar una factura de importe incierto para cumplir el trámite. Ese paso con el que los fedatarios de prestigios ajenos expiden tarjetas de crédito social y respeto íntimo, no intimidatorio. ¿Por qué tener que hacer algo así en la España del siglo XXI? Dice el aludido que, haciendo público algo que no debería importar más que a quienes afecta, ayuda a la normalización de las relaciones entre homosexuales. No le quito razón, pero ese es el problema: tener que ceder intimidad para ganar libertad. Mucho me temo que gestos como el de Alborán lo que logran que no ceje es el show tertuliano para estricto consumo de los vigías del chismorreo alcahuete. Hasta hubo una periodista de cierto pedigrí que lamentó perder ese bocado para las de su sexo. Tela.

Hace tiempo, afortunadamente, que en España se puede estar en el armario por deseo propio, con las puertas abiertas de par en par, sin más explicación o demérito. Salir de él se hará innecesario cuando no haya paso formal con el que la opinión pública tenga que estar al corriente para avalar la opción afectivo-sexual individual sin estigmas ni fobias intolerables. Declararse valiente por decir en público que uno es gay o lesbiana no debería ser meritorio sino anacrónico. No tener que explicar las relaciones afectivo/sexuales particulares no es más que un derecho fundamental: proteger nuestra intimidad.

Quien sí que debería salir del armario de una vez es la hipocresía, y dejar a las personas vivir como son, como quieran ser. La libertad, amigo Sancho.

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