Sábado Santo

El 14 de abril de 1990 fue un Sábado Santo. Nací en un día de vagos atributos, de aroma indefinido, de lábil sustancia

Movido por una inocente curiosidad, a veces me ha dado por buscar frágiles conexiones con otras personas o hechos históricos cercanos a mi fecha de nacimiento. Es algo que todos, a nuestro modo, hacemos en algún momento, quizás porque a veces estamos desorientados y nos gustaría saber si existe un mapa que otros ya siguieron y del que podemos disponer nosotros ahora, o si hay un principio por el cual el tiempo se repliega periódicamente sobre los mismos goznes. En From Hell, el cómic de Alan Moore sobre Jack el Destripador, Moore fantasea sobre la posible coincidencia, el mismo día, entre su primer asesinato y la concepción, en Braunau am Inn, de Adolf Hitler.

Volverse un zahorí de coincidencias no garantiza resultados satisfactorios: el día que yo nací, el 14 de abril de 1990, murió Sabicas. Hasta donde yo sé, nunca he sido un virtuoso de la guitarra. Pero si uno amplía un tanto el radio de acción de sus especulaciones, puede tener algo más de suerte. Esta semana escribió Paco Correal un artículo sobre el último libro de Eduardo Jordá, Doce lunas, un poemario en el que a cada texto lo acompaña una breve explicación de su génesis. Jordá, a quien llevo siguiendo desde hace tiempo y a quien conozco en persona, es tal vez, pese a ser balear y afincado en Sevilla, una de las personas más rusas con las que he tratado. En él parecen habitar, como dos aguas opuestas que en su pecho se mezclan, un entusiasmo inextinguible y una profunda melancolía.

Sólo por esto ya lo siento cercano, pero el texto de Correal, a quien tanto gustan también los juegos entre días distantes y las anécdotas históricas, me dio otros motivos. Correal dedica unas líneas a uno de los poemas incluidos en Doce lunas, titulado Sábado Santo, un día del que George Steiner decía que “es el día más raro en toda la historia del mundo occidental”. Para Jordá es “el día más largo, el día en que ni la Historia ni las Escrituras ni los mitos nos explican lo que ha ocurrido”. El Viernes Santo y el Domingo de Resurrección tienen un simbolismo claro, pero el Sábado Santo es –y aquí cito a Correal y a Jordá– “el sábado del silencio, de la espera, de la duda, del temor, de la incertidumbre, de la desesperación, de la nada”.

El 14 de abril de 1990 fue un Sábado Santo. Nací en un día de vagos atributos, de aroma indefinido, de lábil sustancia. Nací en un interregno, en una tierra de nadie, en el tránsito del miedo a la esperanza, de la desesperación a la plenitud. El Sábado Santo, con su canina que cavila y que lamenta, es un perfecto símbolo de mi vida. Hasta ahora no lo supe, ni quiero creerlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios