Tierra de palabras

Reconozco que amo

Siempre que los escucho cantar se me agarra a la garganta y reconozco el impostado canto

Rodeada de cuerpos que guardan las medidas perfectas de los cánones, que se arquean con la fortaleza y flexibilidad de un junco, reconozco amar el yoga y su filosofía aun con todas las limitaciones de este cuerpo mío esculpido con las manos del tiempo y que ni un solo día me dejó sola. Cuando con entrega bebo verso a verso, trago a trago, los poemas o hablo desde la dicha con algún poeta que abandone su noble tarea para dedicarme unos minutos, reconozco amar la poesía con todas las limitaciones que mi mano a la pluma pone ya que es mi mano la que no entiende bien el lenguaje de mi pecho. Y si hablamos de pájaros, de sus acrobacias imposibles en el cielo, de ese pasar como una flecha rozándote, midiendo al milímetro el trazo de su vuelo, reconozco con la claridad de un día despejado que los amo y con la misma claridad reconozco la progresiva limitación que yo misma a mis alas he puesto; y siempre que los escucho cantar en una rama o cortando el viento, un pequeño nudo, como uno de ellos, se me agarra a la garganta y reconozco el impostado canto ocultando mis verdaderos deseos. Cuando mi perra mueve la bandera del amor que es su rabo, reconozco que amo amar al amor y que también mueve mi vida, aunque a veces lo olvide y no sea lealmente fiel a mi bandera.

Si quisiera hablarte del silencio debería empezar reconociendo que habito en el ruido, que cuando cierro los ojos y acomodo mi postura en los cojines, dentro de mi cabeza andan conversando varias voces que por más que las respiro parecen no tener interés en llegar a conciliarse. Aceptación me dicen que se llama lo que tengo que trabajar cada mañana y parece que lo entiendo, pero no siempre es oro lo que reluce dentro. En cualquier momento de debilidad surge una oportunidad para que de la aceptación se pase al desaliento.

Cierto es que coincido con luminosos instantes en los que, si pongo plena atención como el pájaro a su vuelo, hay algo que también soy yo que sabe separar lo verdadero de lo falso y que me enseña a juzgar cada pensamiento mostrándome la luz que antes de yo pensar ya estaba en ellos. Y es entonces cuando aprendo de la feliz comunión de fuera y dentro que deseché ante la duda. Es justo ahí cuando todo se empaña de verdad y acepto.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios