Hemos estrenado esta semana una nueva presidencia de España del Consejo de la UE. Esta presidencia coloca a nuestro país en una posición central en un momento enormemente complejo de la historia europea, con un gran número de desafíos y retos por delante. Cuentan que una vez Henry Kissinger, el eterno y controvertido Secretario de Estado de los Estados Unidos, comentó que cuando tenía que hablar con Rusia o China sabía qué número marcar, pero cuando tenía que hablar con la UE no sabía dónde acudir.

Lo cierto es que el proceso de integración europeo sigue un camino original con un diseño jurídico e institucional complejo que no utiliza precedentes históricos. Por ello, con competencias exclusivas, pero también compartidas y de coordinación, los responsables son difíciles de identificar algunas veces. En la última gran reforma de los tratados originarios mediante el Tratado de Lisboa se ha tratado de buscar una solución con una presidencia estable de la Comisión y una presidencia también estable del Consejo Europeo, pero el Consejo de la Unión Europa, esto es, la institución que representa los intereses de los Estados miembros, continúa con una presidencia rotatoria. Este mecanismo permite que cada Estado tenga la oportunidad de dirigir durante seis meses esta institución clave en el diseño europeo. Quizás así sea más fácil para Kissinger saber dónde llamar cuando necesite hablar con la UE.

A España le ha tocado estar al otro lado del teléfono ya que comparte con las instituciones que hemos mencionado anteriormente la representación exterior de la Unión. Los tiempos no son nada fáciles y la invasión rusa de Ucrania tiene como consecuencia un conflicto bélico en el corazón de Europa, en sus mismas fronteras exteriores con importantes consecuencias políticas, pero también económicas y sociales que requieren una nueva identidad en política exterior y búsqueda de una autonomía estratégica europea.

Para el Gobierno actual las prioridades de la presidencia son la reindustrializar la UE y garantizar su autonomía estratégica abierta, avanzar en la transición ecológica y la adaptación medioambiental, impulsar una mayor justicia social y económica y reforzar la unidad europea.

No obstante, desde el inicio de la presidencia española las incertidumbres sobre los resultados electorales de la cita electoral del próximo 23 de julio generan bastantes dudas y vacilaciones sobre el papel que va a representar España cuando le ha tocado asumir una importante responsabilidad.

En relación con la negociación sobre Gibraltar, la competencia formal es de la Comisión, pero eso no impide un papel privilegiado de España en su impulso e iniciativa en cuanto presidente del Consejo de la UE. Pero nuevamente las elecciones proyectan graves incertidumbres.

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