Paraguas para el vaivén

22 de noviembre 2023 - 00:15

En mi pueblo, La Línea de la Concepción, estamos acostumbrados al vaivén de la política. Tenemos paraguas y quitasoles que nos cubren del deslumbramiento de los mesiánicos políticos. Hemos tenido gobiernos de derecha y de izquierda, gobiernos monocolor y gobiernos poliédricos. De todos recuerdo con cariño el de José Antonio Fernández Pons, donde la inmensa mayoría de los acuerdos se realizaban en el último minuto dejándonos boquiabiertos a más de uno. Aunque ese equipo tuvo sus altibajos –y en algún momento se dieron algún que otro puntapié– pero primaba el interés, el bienestar del ciudadano, al partidista.

Tras las últimas elecciones generales pensé que, al no existir mayorías absolutas, sería interesaste que los parlamentarios debieran realizar su principal función: “parlamentar”. Es decir, hablar entre ellos, dialogar y ponerse de acuerdo. No me gusta ser malpensado, pero por desgracia rápidamente me quedé cabizbajo, las negociaciones no se realizaban en el parlamento, sino que su centro era transpirenaico.

Los comentarios parecían decir: “Me reúno con todos menos con esos que son unos sacamantecas”. “Nuestro ideario político es de rascacielos y el de ellos es de friegasuelos”. No se trata de que todos bailen juntos un pasodoble, pero tampoco que los portavoces se conviertan en cantamañanas.

Cada uno de los bloques tiene su propio matasuegras para asustar al adversario, la ultraderecha o los herederos de ETA. El malhumor reina sobre todo en los principales partidos, contagiando a parte de la ciudadanía, empezando el tiovivo de la minoría violenta, antes en Cataluña y ahora en Madrid.

El resultado ha sido un gran desacuerdo, creando dos bloques antagónicos, donde puede imponerse un salvoconducto para pasar de la zona roja a la azul. A los ciudadanos no les molesta que el número de ministros y ministras continúe siendo veintidós, y que las vicepresidentas ahora sean cuatro, sino que exista un superministro, por encima de todos ellos, especialista en fugas en maletero y en perder empresa, millones y hoteles, jugando al Monopoly catalán.

No quiero ser un astronauta fuera de la realidad política que vive mi país, pero a veces me siento un extraterrestre. Los políticos tienen que ser adversarios ideológicos, pero no enemigos personales. El parlamento no se puede convertir en un bosque con cortafuegos, la pluralidad es los que enriquece.

Los que me conocen saben que esto no es una columna política, que no quiero ser un sacapuntas de los sucesos políticos. Esto simplemente es un ejercicio de Lengua para encontrar palabras compuestas, prefijos y sufijos. Es que cada día soy más Marxista, de Groucho Marx. Esto es un hazmerreír.

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