Es una característica de carácter de la que no he perdido ni un ápice. Mis ojos siguen con curiosidad, a través del cristal de la ventanilla del tren que corre, vertiginoso, por campos en los que el paisaje apenas cambia. Olivos y tierras polvorientas. No es el viaje de un 600 D por carreterillas estrechas como las de la Cuesta de la Reina o más allá por las tierras pizarrosas, donde la ausencia de los árboles marcaba la maravillosa variedad tonal de los grises de Puerto Lumbreras. Carreteras largas infinitamente, llenas de badenes que mi padre anunciaba para alborozo de mi hermana y mío; cosquillas en las barriguillas que alborotaban el espacio que ahora se me antoja liliputiense y que entonces se aprovechaba para la compra de jarrones y macetas esmaltadas para regalos de una y otra familia. Un viaje San Roque-Valencia, que era una aventura que ni las de Indiana Jones. Radiador que se calentaba y que, previsoramente mi padre enfriaba con botellas de gaseosa "La Pitusita" rellenadas con agua de las fuentes granadinas. Barrancos abiertos al vacío; tierras que a mí me recordaban por color los mejillones en escabeche; pinos de la reforestación de los años 60; hotel u hostal en Vélez Blanco; contar coches en la carretera, a veces kilómetros sin pasar ni uno; unir con líneas imaginarias los postes de la luz en lazos invisibles; jugar a ver las formas de las nubes en los cielos mediterráneos… y a partir de Fuente La Higuera, mi padre recobraba esa forma tan rara de hablar, el valenciano, con sus recuerdos de azahar, de padres y hermanos perdidos, y mi madre que alternaba a G. A. Bécquer, con los poemas de La casada infiel de Lorca, y un rematado final lírico al llegar a Picassent de "…Y es que Andalucía es una Señora de mucha Hidalguía que en nada le importa lo material…".

Reencuentro, mascletá, fuego y flores. Si esto os parece caótico, distante, solo deberéis mirar con ojos que recuerden y a la vez vean el presente. Y coger un AVE en Málaga, y que se pare 70 minutos en un túnel con vías que ceden en el terreno; un tren por delante y otro por detrás. Cambiar de estación en Atocha a Chamartín siguiendo a una actriz del festival de Cine de Málaga, castellonense ella, guiando a un grupo de andaluces/valencianos sin nadie de Renfe que nos ayudase y la fortaleza que da el grupo: último tren cogido por los pelos. Y en Cuenca dos sanroqueñas reencontradas, profesora y alumna; y la alegría y sentir que el ayer y el hoy solo se salvan con la buena voluntad de las personas y la emoción del reencuentro.

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