La ciudad de Algeciras y la comarca del Campo de Gibraltar tienen por delante nuevos desafíos en 2024 para consolidar aún más la importancia capital que se les viene reconociendo en la teoría, pero que luego no se completa con la suficiente ejecución práctica de gasto e inversiones. Es la hora que se comience a revertir tal déficit.

Se nos presentan retos como la articulación de la relación trasnacional con el Reino Unido en relación a Gibraltar; y más concretamente la regulación (o desregulación, quizá) del paso fronterizo, y la concreción tangible de la quimérica “prosperidad compartida”, que no puede materializarse en la perpetuación de una situación de pestilente servilismo de la comarca a la roca; ni tampoco que se legisle o acuerde en pro de una permisibilidad para con las políticas de la colonia, que acentúan la desigualdad entre vecinos.

Pero de una u otra manera la situación de provisionalidad ha de terminar y este es el año en que habrá de suceder. Son necesarios acuerdos reales como el uso conjunto del aeropuerto, sin las taras que suponen su carácter de aeródromo militar de la RAF; o la terminación de la irracional persecución a pesqueros españoles; o el comienzo de la armonización fiscal y en materia de pensiones. Todo ello es fundamental para la consecución de un verdadero New Deal que satisfaga a ambas orillas de la Bahía de Algeciras.

Igualmente tenemos que exigir que este año comience a ser el de transformación de las comunicaciones ferroviarias de la comarca con el resto del país. Lo exige la programación comunitaria en la materia, pero también una población y una industria cada vez más perjudicada por la marginación que sufrimos. Ya no podemos permitir que se vean pasar más años y más presupuestos del Estado sin que se cumpla este sempiterno compromiso.

Más en lo local, Algeciras se enfrenta a un año en el que la gestión del modo de afrontar la paralizante deuda que le acosa es esencial para seguir avanzando como ciudad, sin las limitaciones que le produce a sus servicios ordinarios el pago de tal colosal endeudamiento.

La gestión de la transparencia municipal, en acceso a función pública y otras materias, cuestionadas por organismos autonómicos, también ha de ser objeto del correspondiente análisis y reforma.

Igualmente es el momento que la ciudad se plantee el inicio de la redacción de un nuevo PGOU, tras más de 20 años de vigencia del anterior, y con el conocimiento de nuevas necesidades en materia de vivienda, zonas verdes y espacios libres, articulación de la relación con el puerto, o programación del frente litoral. Se han cometido ya suficientes costosísimos patinazos por tal inadecuada programación urbanística, y las nuevas generaciones merecen una mejor ciudad que debemos empezar a pensar desde ya.

Pero sobre todo, feliz año 2024 a todos.

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