Ad Hoc

Manuel Sánchez Ledesma

Nombres (im)propios

01 de mayo 2013 - 01:00

DÍAS pasados, un titular de Europa Sur me llamó la atención: "La joven linense Kimera Campos se mete en la final de Se llama Copla". Y no es que sienta yo un especial interés ni por los concursos, ni por la música folclórica andaluza y ni -muchísimo menos- por Canal Sur (la abominable televisión que pagamos todos y que ejerce, al modo soviético, de órgano propagandístico de la Junta); lo que me interesó de la noticia fue el extraño nombre de pila de la chica de La Línea que aspira a ser artista: Kimera. Supongo que esta kimera es una malformación (en español el fonema k ante e o i se representa con qu) de la auténtica quimera, ya que no parece probable que estuviese en la intención de sus progenitores el bautizar a la niña con el vocablo griego del que deriva: Khimaira, que hace referencia a un monstruo mitológico que escupe fuego y cuyas representaciones más conocidas se encuentran en la Galería de las Quimeras que existe entre las dos torres de la fachada oeste de la catedral de Notre-Dame. Ya venga el tal nombre del aterrador animal o, quizás de su acepción más benévola de: "objetivo ilusorio e irrealizable", lo cierto es que a efectos del legislador se encuadra en los vocablos de fantasía que actualmente son admitidos como nombre propios por el Registro Civil siempre que no induzcan error respecto al sexo ni perjudiquen objetivamente a la persona que los recibe.

Sin embargo, esta gran libertad en la imposición de nombres se convierte en un arma de doble filo ya que si por un lado exime a los padres del encorsetamiento de tener que colocar a sus hijos el nombre de abuelos, parientes o algún santo local, por otro no deja de transformarlos en una suerte de peligro público para sus futuros vástagos desde el momento en que, con un listado onomástico sacado de internet entre las manos, pueden decidir cristianarlos como: Batman López, James Bond Sánchez, Iloveny García (fascinados con el logo I love NY) o Usnavy Montes (por las gorras de los fogosos marines yanquis) . Aquello que decía Ortega de: "yo soy yo y mi circunstancia" puede aplicarse con propiedad a los muchos Kevins, Jonathans, Ainaras o Geremis que pululan por nuestras calles: Aunque sus estrafalarios nombres no determinarán su futuro, estadísticamente es verificable que lo tendrán más negro que aquellos otros con apelativos más convencionales.

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