En el año 64 a.C. Marco Tulio Cicerón buscaba ser elegido como cónsul de la República romana. Por entonces era ya bien conocido por sus magnificas dotes de orador y abogado, pero, sin embargo, su condición de homo novus (carente de linaje político) le situaba en desventaja en relación a otros candidatos. En tal tesitura, su hermano menor, Quinto Tulio -en aquel momento, pretor y gobernador de la provincia de Asia- decide escribirle para su uso y consumo un breve manual (Commentariolum Petitionis) en el que le da unos cuantos consejos para ayudarle en su carrera política.

La imagen que se desprende del Breviario no es precisamente edificante. Quinto exhorta al candidato para que se dirija a su potencial electorado no con un proyecto serio que pretenda conquistar a sus electores con el aval de lo posible, lo razonable y lo adecuado, sino que le anima a utilizar argucias para poder ganarse el favor de los votantes. Para Quinto, el candidato ideal es el que parece fascinante, el que promete favores, el que nunca dice "no" a nadie porque confía en que la memoria de los electores suele ser frágil y en poco tiempo se habrán olvidado de las antiguas promesas. Quinto entiende la campaña electoral como un espectáculo en el que no importa cómo es el candidato sino cómo le ven los demás. Para el aspirante a político su capacidad de simulación es mucho más importante que sus dotes naturales para el "oficio".

Por otra parte, afirma: "Aunque la adulación es detestable… es indispensable para un candidato que tiene que cambiar a cada momento para adaptarse a los pensamientos y deseos de cualquier persona que encuentre". Respecto a los contrincantes políticos, Quinto tampoco se anda con medias tintas: "En la medida que te sea posible, haz que contra sus adversarios surja alguna sospecha… de perversión, de corrupción o de despilfarro". Como se ve nihil novum sub sole, la naturaleza humana es intemporal porque veinte siglos más tarde las recomendaciones de Quinto siguen teniendo vigencia y son la base de los prontuarios de los departamentos de marketing electoral de todos los partidos políticos. Lo inquietante es que, entonces como ahora, una democracia basada en el engaño y las apariencias suele tener un corto recorrido. Al poco de la victoria de Cicerón y tras el asesinato de Julio Cesar, el Segundo Triunvirato se alzó con el poder y tanto Marco Tulio como Quinto y el hijo de este, fueron proscritos como enemigos del estado y, consecuentemente, ejecutados por los soldados de Marco Antonio.

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