De los juegos olímpicos de la época moderna quizá los más paradigmáticos hayan sido los que se celebraron en Ciudad de México en 1968. Paradójicamente, estuvieron a punto de suspenderse por la revuelta social que se produjo en las jornadas previas a la inauguración al grito de: ¡No queremos olimpiadas queremos revolución! y que finalmente terminó con decenas de muertos en lo que se conoció como "matanza de Tlatelolco". México 68 fue la primera Olimpiada oficiada en un país hispanohablante y, en principio, se despertaron muchas suspicacias respecto al éxito de los mismos. La condición de México como país subdesarrollado y la altitud de su capital (2.440 mts.) hacia temer por la salud de los deportistas. Sin embargo, fueron unos juegos plagados de innovaciones y sorpresas. Fueron los primeros en ser televisados vía satélite a todo el mundo; en el atletismo, un revolucionario material sintético elaborado por 3M sustituyó a la tradicional pista de ceniza; por primera vez se cronometraron los tiempos hasta las centésimas y se usaron los marcadores electrónicos y los paneles táctiles en natación; fueron también en estos juegos donde "debutaron" el control antidoping y el del sexo de los atletas. Gracias a las bondades del tartán para con los músculos y las articulaciones y a que la altitud lejos de ser un hándicap se convirtió -por el menor peso del aire- en una excelente aliada de velocistas y saltadores, se batieron la friolera de 22 plusmarcas mundiales.

Los 100 m. lisos se corrieron por primera vez en menos de 10 segundos (los 9.95 de Jim Hines fue la mejor marca durante 15 años) y Bob Beamon superó en nada menos que… ¡por 55 cms.! el récord mundial de longitud con un salto de 8,90m. Al no alcanzar esa distancia la regla de medición óptica, los jueces tuvieron que recurrir a una cinta métrica para medir el salto y debido al desconocimiento del atleta del sistema métrico, durante un buen rato no tuvo muy claro cuál había sido aquella marca que tardaría 23 años en ser superada. También en aquellos juegos asistimos a la utilización del deporte como plataforma política por parte de dos atletas negros (Tomie Smith y John Carlos, primero y tercero en los 200m lisos) al subir al pódium en calcetines y levantando el puño con un guante negro mientras sonaba el himno americano, estaban reivindicando el "el black power" y tras el incidente fueron expulsados del equipo (en según que sitios las afrentas a los símbolos nacionales no tienen ni un pase). Con todo, la guinda a una olimpiada excepcional en todos los sentidos, la puso un espigado joven americano de Oregón llamado Dick Fosbury que practicaba el salto de altura y sorprendió a todos saltando del revés, esto es, entrando de espaldas al listón en lugar de hacerlo de frente con la clásica técnica del rodillo ventral. Se podría decir que Fosbury hizo lo mejor de su vida en el sitio y el instante oportunos: ganó la medalla de oro y desde entonces todos los saltadores utilizan la técnica que lleva su nombre: el "Fosbury-Flop". Para suerte de Fosbury fue también en México 68 donde por primera vez se usaron… ¡las colchonetas!

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