Metáforas

Tras los resultados, entre los políticos perdedores, es raro el discurso que no alude a una metáfora

Se inventaron figuras retóricas, como la metáfora, para darle una mayor capacidad expresiva al lenguaje. Y gracias al ingenioso recurso que las pone en juego, el habla ha multiplicado sus posibilidades de comunicación. Se ha recurrido a preciosas metáforas para comprender el mundo y sin la luz proyectada por esta forma de hablar y escribir muchas cosas no hubieran cobrado vida. La gran difusión de la obra filosófica de Ortega y Gasset fue debida a la ayuda reveladora que incluían sus metáforas. Y la poesía de Lorca reposa también en luminosos destellos metafóricos. Incluso, un filósofo alemán, Hans Blumenberg, ha reconstruido una poderosa visión del mundo articulando solo imágenes, alegorías y metáforas. Pero hay que admitir que la metáfora, junto a su bello papel retórico, puede resultar, a su vez, un arma de combate ideológico. Y con este empeño la están incrustando algunos partidos, casi sin despertar sospecha, en el lenguaje político cotidiano de estos últimos días. Y así, tras los resultados de las pasadas elecciones, entre los políticos perdedores, es raro el discurso que no alude a una metáfora construida a partir de pocas imágenes, pero muy llamativas y básicas: se ha precipitado una gran ola reaccionaria, se nos viene encima una marea azul, o un tsunami, o una oleada sísmica. Si se analizan de cerca estas figuras, es fácil percatarse de la intención más o menos velada que esconden, como si pretendiesen explicar que los resultados de las elecciones no han sido consecuencia de la voluntad manifiesta de los votantes (y, por tanto, de su propio fracaso), sino de algún extraño y lejano fenómeno sísmico, marino o geológico. Es decir, de un movimiento mecánico, telúrico, que tiene una causa profunda, al margen de la voluntad popular. Los resultados electorales, según las imágenes metafóricas expuestas, han dependido, pues, de una fuerza fatal, atávica y exterior, no domeñable. Por tanto, lideres y partidos perdedores no deben sentirse culpables. Porque ¿quién puede oponerse al empuje irracional de rocas y vientos? Se ha dado también otro tipo de estratagema, con igual clase de ingenuos latiguillos, que también pretende confundir la causa de lo sucedido y dicen: se trata de un meteórico cambio de ciclo, un inesperado salto en el guion, o de la llegada a un punto de inflexión. Así, en lugar de proceder a un análisis reflexivo de la voluntad democrática de los electores, ponen lo sucedido en manos de un destino abstracto y lejano que apenas les atañe. Empobrecen así, tristemente, unas bellas metáforas con el fin de encubrir responsabilidades políticas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios