La máscara ha sido utilizada por el ser humano desde tiempos en los que no se tenía conciencia del tiempo. En las oquedades de la cercana Laja Alta, manos neolíticas dibujaron con pigmentos férricos unos ídolos oculados de significado simbólico y trascendente. Siglos más tarde, el dramaturgo griego Tespis asentó los cimientos de lo que hoy conocemos por teatro al introducir en sus obras un personaje que podía mantener diálogos con el Corifeo, con lo que la voz del actor individual comenzó a oírse en semicirculares gradas. Se considera también el introductor de la máscara, útil instrumento que comenzó como un tosco maquillaje con base de carbonato de plomo y acabó convirtiéndose en socorridos objetos de lino, madera o cuero que servían para caracterizar a los personajes.

La máscara ha tenido un papel de lo más fructífero y recurrente en la historia del arte y de la cultura: antifaz o careta, embozo o pretexto, ha servido como instrumento de ocultamiento y defensa; de transgresión y engaño; de embaucamiento y representación.

El claustro norte del Museo Municipal de Algeciras se ha llenado de contemporáneas máscaras sin cintas ni caretas. A las siete de esta tarde se inaugura la exposición Pasen y Lean del pintor y escritor algecireño Enrique Martínez Andrés. Se trata de 25 cuadros acompañados de otros tantos textos poéticos con los que el autor, a través de dos códigos diferentes y complementarios, como son la pintura y la literatura, nos invita a sumergirnos en un universo artístico donde el color y la palabra lo pueden todo. Un sutil juego de simulacros esconde una decidida intención crítica. El interés del artista es despertar al espectador, extrañarlo, sacarlo de la zona de confort que una manipuladora sociedad de la imagen y del espectáculo ha diseñado con afanes anestésicos; pero lo despierta con las mismas armas utilizadas en este proceso de adulteración: con la amabilidad más atrayente y agradable. En los muros del antiguo hospital se han colgado cuadros con vivos tonos que sugieren superficiales lecturas llenas de complacencia; sin embargo, nada es lo que parece. Con un trazo de post-impresionistas perfiles, el pintor recrea interiores oníricos de escenas imposibles y un yo creador, pensante, que lo atraviesa todo. Alcobas teatrales; escenográficas escenas; representados diálogos; corredores atravesados por una luz que segmenta los espacios; cuadros dentro de los cuadros con los que el autor realiza todo un catálogo y una teoría estética; objetos variados y simbólicos acompañan a secuencias donde los personajes adquieren categoría de mitos que cuestionan unas debilidades y fortalezas que los textos camuflan, aclaran y sugieren.

La inauguración de la exposición se acompaña de la presentación del libro Hominus Oblitus, donde Enrique Martínez realiza una atinada visión de una estética personal alejada de vacuidades e imposturas. Esta tarde pasen, vean y lean; la experiencia merecerá la pena.

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