Pues no tenemos tanta paciencia al final. Y aunque no dejan de sorprendernos vídeos e iniciativas de gente cantando, haciendo gimnasia, cocinando y otra mil cosas compartidas y divertidas, también empiezan a circular críticas feroces de metros llenos, gente que anda por la calle, empresas que no paran, ciclistas… Muchos hemos parado completamente nuestra actividad, y empezamos a entender la dureza de la reclusión. Y desde ese parapeto nos permitimos juzgar todo lo que vemos: excepto los sanitarios, aplaudidos mucho en estos días, el resto debería estar en casa, como nosotros. Hay hasta el que se permite acusar de estar "matándonos" al resto por ir al trabajo o andar por la calle.

Habría que relajarse. No es fácil parar un país de 44 millones de personas y un billón largo de Producto Interior Bruto. Al margen del impacto económico que esto va a tener sobre nuestra economía, hay muchas actividades que no pueden detenerse, porque precisamente eso es la economía (o debería ser): la provisión de bienes y servicios para los ciudadanos. Y ese abanico es amplio, porque queremos ir a la frutería y que haya fruta, buscar gasolina o butano y encontrarlo, tener donde reparar el vehículo o el termo, hacer una llamada y que haya red, comprar online y que me lo traigan a casa y un larguísimo etcétera de necesidades.

Una vez aclaradas las medidas de protección, distancia, higiene y prevención, y una vez definidas las actividades económicas que deben parar porque generan aglomeraciones innecesarias, hay que seguir funcionando, y las empresas tendrán que seguir trabajando siempre que puedan respetar esas condiciones. No vale criticar al trabajador que va a su puesto de trabajo, en general, pero querer luego que el lineal de papel higiénico esté lleno, o mi conexión a internet operativa. Y porque, seamos serios, es imposible pagarle un ERTE a todos los trabajadores de este país.

Habría que relajarse. Y darnos cuenta de que hay muchas realidades a las que el Real Decreto excluye o no tiene en cuenta: familias monoparentales que han de mover a sus hijos para poder ir al trabajo, economía sumergida sin acceso a mecanismos de compensación, infraviviendas que hacen muy complicado el confinamiento, gentes con problemas de salud mental, violencia en los hogares… no sé, mil situaciones que deberían hacernos pensar un poco antes de grabar un vídeo de alguien que anda por la calle o coge un bus, o gritarle "nos estás matando a todos", o interpretar a nuestro gusto el Real Decreto. Tenemos que vencer la pandemia. Sin perder la cabeza.

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