Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Mangacortismos

Dice mucho de una civilización su desaseo y su ínfimo aliño indumentario

Que en verano haga calor, independientemente de las consecuencias del cambio climático, no es realmente novedad. Nuestros abuelos lo aliviaban a base de abanico y agua de limón con yerbabuena y dejando pasar las tardes a la sombra de un laurel o un limonero. Fuera en un patio señorial o entre el frescor de cintas y aspidistras en el de la corrala. Y por las noches, a echar la tertulia a la fresca, sacando las sillas a la acera. Pero, llegado el domingo, hasta el más desfavorecido vestía como Dios manda, fuera para ir a misa, al casino o a la taberna o a divertirse a la verbena. Que el domingo era para salir a la calle hecho un pincel, aunque los demás días tampoco se ahorraba nadie su correspondiente cuota de elegancia y señorío.

Admitamos que hoy, nuestros veranos son un par de grados más calurosos; que hay menos árboles en las calles y que ya no están llenos de macetas los patios de las casas. Sobre todo porque ya no se hacen casas con su patio, ese remanso de paz que nos legaron los romanos. Pero esa minucia no justifica, en la era de los aires acondicionados, la profusión de mal gusto que sufrimos a diario. Es tal el raudal de chanclas y chancletas, pantalones cortos y camisetas deportivas con cuatro tallas más de las que suele lucir en el campo el ídolo cuyo nombre se exhibe a la espalda, que parece que el Apocalipsis nos acecha. Y si te arguyen que así van cómodos y fresquitos, hay que responderles que la comodidad no es un estilo y la frescura es atributo de la fruta recién cogida al alba.

Dice mucho de una civilización su desaseo y su ínfimo aliño indumentario. No hay concierto, función teatral o evento veraniego en el que los acordes de la música o las voces de los actores no se mezclen con los incómodos pitidos de los móviles, el chancleteo del público y la innoble y antiestética exhibición del más indigno mangacortismo. No ya de camisa, sino hasta de sudorosa camiseta. Parafraseando a mi admirado Thomas de Quincey y su inefable frase lapidaria, símbolo de “El asesinato considerado como una de las Bellas Artes”, debemos concluir que “si un hombre se deja tentar por el mangacortismo, poco después piensa que el uso de la camiseta carece de importancia, y de esta pasa a la de tirantes y a no calzar zapatos, y después, a la negligencia de sus modales y al abandono de sus deberes”. Y de ahí, a la desaparición del género humano, tan sólo hay unos pocos pasos hasta el precipicio.

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