Estamos viviendo una edad de oro de las series televisivas. Es evidente que están sustituyendo, en títulos y presupuestos, a las grandes superproducciones cinematográficas, pero la magia de la sala a oscuras y la gran pantalla iluminada que es la puerta de entrada a la evasión de la realidad y al soñar despierto, no puede igualarse prácticamente con nada. Acabo de ver una de estas series del canal Sundance TV que está dedicada al mundo de la moda. Se llama Made in Italy y cuenta una historia divertida. Lo impresionante no es la aventura en sí sino el fondo en la que se desarrolla. Durante la década de los sesenta eclosiona en Milán el fenómeno de la moda italiana. En torno a un póker formado por los grandes diseñadores Valentino, Armani, Versace, Missoni y Fiorucci, que trabajaban en tan diferentes direcciones como diferentes eran ellos en sí mismos, se produce la unión con los fabricantes de telas, hilaturas, marroquinería y accesorios que eran sus proveedores. El habilidoso plan de marketing, realizado por las revistas de moda, hizo que aquello tuviera un impacto mundial. Hoy todas las firmas venden más en el exterior que en la propia Italia y el impacto de la moda italiana en el mundo es innegable. El año pasado las exportaciones de moda italiana alcanzaron los 63.400 millones de euros, un 2,7 por ciento más que el año anterior. El sector textil-confección representa casi la mitad de las ventas internacionales de la industria, con una cuota del 49,6 por ciento. Mirando hacia atrás, les ha costado cuatro décadas de trabajo intenso llegar hasta donde están.

Aunque las comparaciones son odiosas, a los españoles solo nos queda el consuelo de ocupar el primer lugar en ventas a nivel mundial con Zara y sus firmas asociadas. Pudimos hacer lo mismo que los italianos, porque también disponíamos de otro póker invencible, Balenciaga, Pertegaz, Montesinos, Rabanne y Berhanyer, pero nos faltó la visión de lo que se podía conseguir con la unión y pecamos de exceso de individualismo. Quizás nuestros vecinos aprendieron de Maquiavelo aquello de que "los lobos se juntan para cazar y luego se separan para comer". Ojalá la nueva hornada de diseñadores de la moda española, que son de excelente calidad, aprenda que la unión hace la fuerza y crean firmemente en ello. Aunque la moda italiana ya tiene su propio cáncer. Al lado de Florencia, en la localidad de Prato, miles de chinos se afanan, en talleres semi-clandestinos, en hacer copias perfectas de los modelos de alta costura que luego inundan el mercado. Pero esa es otra historia.

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