El London Pub

Al público, acostumbrado a mesones y tabernas y a los jereces y la canción española, se le ofrece un nuevo espacio

En aquellos tiempos no era precisamente fácil abrir ese tipo de establecimientos. Era 1973, y había pocos en Andalucía y ninguno en Algeciras, por supuesto. El permiso a obtener era doble; primero el Gobierno Civil debía autorizar la apertura, pero tras ello, se debía conseguir también el visto bueno del Gobernador Militar del Campo de Gibraltar, autoridad equivalente a un semidiós en aquel momento, y que mejor no fuera tosido por el alcalde correspondiente.

En la licencia figuraba en el encabezamiento un "Arriba España, Viva Franco", que dejaba bien claro el panorama que se vivía. Y la misma se iba renovando cada seis meses, según se viera si la clientela y el establecimiento hacía poco o mucho ruido. Tanto del que se mide en decibelios, como el que que no.

En el número 7 de la calle Teniente García de la Torre se abrió el London Pub por Mariano Grau y Juanma Alcalá, y con ello se inaugura un nuevo concepto, salir a tomas copas largas de licores y espirituosos extranjeros, y a escuchar música internacional reproducida en magnetófonos que hoy parecerían un cortacésped.

Al público acostumbrado que estaba, a mesones y tabernas, y a los jereces y las leyendas de la copla y la canción española, se le ofrece un nuevo espacio. Un sitio donde comerse una hamburguesa, algo insólito por entonces, con aquella novedosa salsa llamada ketchup; donde beberse la primera cerveza de barril en la ciudad; o donde escuchar el Sex Machine de James Brown, que por cierto estaba prohibida en España, o a los Rolling, a Bowie, o a Dylan.

La discusión de moda, beber el whisky con o sin hielo, o si caer el sacrilegio de mezclarlo con coca-cola, no fue la única de los modernos patilludos del momento. En ese espacio de innovación, cambio y libertad, como reflejo de lo que estaba sucediendo en España, se charlaba sobre las nuevas libertades que vendrían o sobre la vieja España que se iba acabando; Era un a nueva isla de libertad de pensamiento y acción, en medio del páramo que era la aún militarizada Algeciras.

Quien diga que no fueron auténticos visionarios es por pura miopía. No puede quedar otra opción que respetar y reconocer la valentía, casi la temeridad, que tuvieron en aquel momento donde las cosas no eran tan sencillas como lo fueron luego.

Tras ellos llegaron otros, como Juanlu, como Ramón, como Dori y Jose Miguel, y tantos otros que ayudaron a modernizar nuestra sociedad local con nuevos establecimientos en San Isidro o en el Secano, dónde debatir, dónde disfrutar, o dónde simplemente, vivir y ser un poco más felices.

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