En Algeciras deberíamos contar con un monumento al pedal. Ya que nunca se construyó el velódromo que soñó el bueno de Martínez Fírvida, al menos alguna rotonda debería tener el privilegio de albergar tal conjunto escultórico. Se me eriza la piel imaginando la tete de la course rodeándola en una próxima etapa de la Vuelta a España, y al helicóptero de RTVE sacando un plano aéreo de la misma, a la par que Perico Delgado pone en valor el probado compromiso del municipio con el pedal.

Porque el pedal cambió el mundo. Y no me refiero al excusable pedal que algunos bastantes pudieron sufrir recientemente en el ansiado reencuentro con nuestra Feria Real.

Se trata de la palanca que acciona un mecanismo con el pie, como define la RAE. Ese tipo de pedal sí que transformó Algeciras, y nunca se le reconoció lo sufíciente.

Hay ejemplos de ello. Desde los gruesos pedales de madera que movían los legendarios y oxidados hidropedales a doscientas pesetas de El Rinconcillo, hasta los pedales que pisó nuestro paisano y amigo el batería Api Vargas, en sus no menos legendarias giras con Los Delinquentes. Tampoco podemos olvidar las magníficas máquinas a coser a pedales que vendió y reparó en la calle General Castaños, otro polifacético algecireño que merece un tomo completo de la Enciclopedia Especial, el Viejo Lobo Juan Leiva.

Pero en algún momento si que se se le agradeció al pedal tanto como nos dio.

Se comenzaron a colocar contenedores de basura con pedal en todas las barriadas, y los beneficios de aperturar la tapa del mismo con el pie, fue una sorprendente innovación que a todos nos maravilló. La ausencia de pringue en las manos por no tener que abrirlos manualmente, y el eficaz cierre automático anti-hedor, para todos significó una bendición, sobre todos para aquellos ciudadanos periurbanos a los que no alcanzó el presupuesto comunitario para el soterramiento.

Pero en el mundo actual, en el que hay que pedir cita para entrar al Ayuntamiento, como eficaz medida para evitar la propagación de virus atendiendo al ciudadano, de nuevo hemos de manosear las mugrientas tapas de los contenedores para abrirlos. Los pedales no funcionan. Hemos olvidado y maltratado a los pedales. Los hemos roto y no los han arreglado. Jamás vi tal desagravio.

Hay que comprender que el presupuesto municipal no es un chicle, y que existen prioridades, como pagar a 27 asesores de confianza que puedan elaborar un listado sin fin, de contenedores rotos. Eso es así.

Pero al menos, para recordar tiempos pasados, al igual que tenemos la estatua del Alfonso XI, o la deposición de Mazinger, el pueblo ha de exigir la rotonda de homenaje al pedal de basura. Así todos recordaremos aquel avance que nos fue dado, y luego quitado.

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