Discovery Channel emitió no hace mucho un documental rodado en Las Ramblas, los alrededores de la Sagrada Familia y algunos otros sitios emblemáticos de Barcelona.

En contra de lo esperable, el asunto que interesaba a los reporteros ingleses no eran las indudables bondades arquitectónicas o paisajísticas de la urbe catalana sino el hecho de ser (según dijeron al comienzo del programa) la ciudad con mayor índice de robos de Europa y el hábitat ideal para chulos, fulanas y ladrones. Sin aparentes dificultades, el equipo de rodaje entra en contacto con el lumpen barcelonés, confraternizando a las primeras de cambio con un travestí que confesó compatibilizar el trabajo de meretriz esquinera con el de robar carteras. El chico/a no tuvo inconveniente en que lo grabaran en plena faena (de hurto, no de fornicio) y con desparpajo hace una exhibición ante las cámaras de su destreza manual para sustraer billeteras. A continuación, los autores del documental buscan filmar en acción a un carterista de dedicación exclusiva, un profesional. El seleccionado fue un joven rumano que, sorprendentemente, no solo accedió a que se rodasen sus prácticas delictivas, sino que invitó al equipo a su casa para planificar mejor el operativo.

Los ingleses se quedaron pasmados al interpelar a la familia sobre como les surgió la "afición" de desvalijar al prójimo, la respuesta del rumano (en un peculiar castellano) resultó ser tremendamente clarificadora: "Mu fási, aquí en España, si polisía coge mí… tres días en cárcel; en Rumanía por robar 5 euros… ¡tres años preso!". La madre de la criatura (que también se dedica a la mangancia en la modalidad de supermercados) asiente compungida: ¡Catorce veces han cogido a mi niño! ¡Qué dura es la vida de los chorisos!". En la escena siguiente vemos como el rumano, su tío y un primo forman una "cuadrilla" que (a pesar del hándicap de llevar con ellos al equipo de rodaje) en media hora afanan unas cuantas carteras en el Metro barcelonés. La conclusión del documental es que tal proliferación de granujas y rufianes obedece al exquisito trato que la Justicia española suele dispensar a los delincuentes. Antes parece animarlos a la reincidencia que a castigarles por sus fechorías. Lo que quizás ignoren los ingleses es lo bien considerado que está el delito entre los españoles. Sin ir más lejos en Cataluña político y mafioso son términos casi sinónimos (de hecho, a Pujol solo le faltaba el gato en el regazo para desempeñarse como Don Corleone). En nuestra más alta institución (la casa Real) también anidan estafadores y bribones. En los partidos políticos la corrupción es la regla (Gürtell, Filesa, EREs…) y en las autonomías el Sr. Monipodio es el héroe a imitar. Como Vds. comprenderán, aquí, con este panorama, los carteristas son casi Hermanitas de la Caridad.

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