Cadáveres de población civil. Niños y adultos. Hombres y mujeres. Todo equilibradamente repartido, como los cascotes, la metralla y los miembros destrozados.

Zaporiya (Ucrania), viernes, 30 de septiembre, 06:15 (hora española).

El dantesco espectáculo forma parte de los fuegos artificiales con los que Vladimir Putin ha conmemorado el triunfo de sus tesis en los referendos realizados en los territorios ucranianos de Donetsk, Lugansk, Jersón y la propia Zaporiya, desautorizados por la comunidad internacional. Sustentadas en la ocupación ilegal -contraria a derecho y a la Carta de las Naciones Unidas- del 15% del suelo del estado soberano de Ucrania, las consultas se han llevado a cabo en zonas en estado de guerra, con buena parte de su población desplazada y la restante bajo administración militar impuesta por el ocupante. Ningún estado democrático y respetuoso con los derechos humanos ha reconocido, de momento, esta cacicada. Ni siquiera los otros.

La interpretación de esta forzosa anexión hace que la camisa no nos llegue al cuerpo: tratándose de territorio ahora perteneciente a la Federación Rusa, según la perspectiva del agresor, el Estado estaría en su derecho de defenderlo con todos los recursos a su alcance: armas convencionales o nucleares.

Hasta el momento, la movilización forzosa de 300.000 reservistas decretada por el Gobierno ruso no ha servido para que su ejército cambie la tendencia impuesta por los ucranianos de pararlo en todos los frentes y hacerlo retroceder en algunos. Aunque sí ha tenido la virtud de lanzar al exilio a casi 200.000 compatriotas que han abandonado el país por todos los lugares y medios a su alcance, precisamente para eludir la movilización. Y es bien sabido que aquellos incorporados a filas tardarán mucho en constituir fuerzas operativas y eficaces en el campo de batalla. Dada su momentánea ineficacia, planea sobre el mundo el temor al posible empleo de armas atómicas, amenaza esgrimida en varias ocasiones por el jerarca ruso.

La cantidad y calidad de la ayuda militar occidental al Ejecutivo de Zelenski, el apoyo de la inteligencia británica y estadounidense y la determinación de los ucranianos llevará a reescribir los manuales militares al uso.

El resto del escenario sigue repitiendo el terrible guión ya conocido. Cada franja de terreno recuperado por Kiev revela ensañamiento contra la población civil, con Bucha, Buzova, Makarov, o Gostómel como lugares de luto; el bombardeo de zonas civiles amplía el panorama del horror, con "víctimas colaterales" en Chernígov, Kramatorsk, Járkov o Mariúpol; lo último es el bombardeo por los rusos del territorio "liberado de los nazis de Ucrania" e incorporado a Rusia, como Jersón y Zaporiya. Es triste aprender geografía por este procedimiento.

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