Feria

Llevamos un tiempo hablando de la III Guerra Mundial: el sábado la tuvimos rondando mientras la gente cantaba en la Feria

La noche del sábado pasado, en Sevilla, era la noche del alumbrado (la noche del pescaíto, tal como se dice aquí). Casi toda la ciudad se preparaba para ir a la Feria –salvo los taciturnos y existencialistas y siesos, que los hay y entre los que me cuento– y se oía ese zumbido maravilloso de la calle que bulle de agitación y prisas y palmas y ganas de diversión. Es el mismo sonido que se oye cuando va a pasar la Cabalgata de Reyes: el sonido inconfundible de la felicidad humana. Pero justo en ese momento, a 7000 kilómetros de aquí, Irán había empezado a lanzar los drones y los misiles contra Israel. Luego supimos que fueron más de doscientos, y por suerte esos drones y misiles no llegaron a impactar contra sus objetivos porque fueron desactivados a medio camino. Al final no pasó nada, no, pero estuvimos muy cerca de un enfrentamiento que podría haber desencadenado una guerra de impredecibles consecuencias. Y que conste que todavía no nos hemos librado porque nadie sabe lo que puede pasar si Israel toma represalias. Llevamos un tiempo hablando de la posibilidad muy real de una III Guerra Mundial: pues bien, el sábado pasado, mientras la gente bailaba y cantaba en la Feria y aplaudía el encendido de la Portada, la tuvimos rondando por aquí cerca. Muy cerca.

Hemos sido tan afortunados por la época en que nos ha tocado vivir –imaginemos lo que tuvo que ser nacer hacia 1920 en cualquier lugar de Centroeuropa– que no somos conscientes del privilegio de haber disfrutado durante muchos años de una vida razonablemente tranquila y segura. Cuando veo a esos especímenes histéricos que se pasan la vida quejándose en TikTok de los supuestos abusos intolerables que han sufrido en algún momento de sus lamentables vidas –con el único deseo de reclamar la atención de la gente y monetizar su canal-, me pregunto qué harían si tuvieran que vivir en Gaza o en Ucrania o en Afganistán o en cualquier país africano donde la vida vale muy poco o literalmente nada. ¿A quién se quejarían? ¿Y cómo lo harían? ¿Y de qué les servirían sus quejas? Y peor aún, ¿qué pasaría si de verdad empezase una guerra en la que nos viéramos involucrados por mucho que nos aterrase la idea? ¿Qué harían esos personajillos con sus quejas absurdas y sus dramas sobreactuados? ¿Qué harían, sí, qué harían, si los drones asesinos estuvieran volando por encima de sus cabezas?

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