NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Recuerdo el día en el que me incorporé a trabajar a una oficina del BBV y vi al jefe de caja tirar, literalmente, un mazo de billetes a una caja, haciendo parábola sobre su cabeza. Ante mi asombro, me dijo: "Cuanto antes te acostumbres a ver papeles de colores, mejor. La tentación pasa a diario por delante y el que se lleva mil pesetas siendo cajero, robará millones si se le presenta la oportunidad". Y, salvando las distancias, me ha venido a la cabeza esta escena tras asistir estupefacto al enfrentamiento verbal entre el señor Ossorio, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, y la señora García, líder de Más Madrid, al respecto del cobro por parte de ambos del Bono Social de ayuda para el pago de electricidad y calefacción.
No sé qué me pareció más ridículo, si descubrir que un alto cargo del gobierno regional lo cobraba o la cara de pastor trasquilado que le quedó a la señora García al descubrirse que acusaba, hipócritamente, a su adversario político, de disfrutar de la misma ayuda que ella cobra. O, rizando el rizo, que ambos, y su legión de palmeros, defendieran que se abona automáticamente, ocultando que debe solicitarse para ello el Bono Eléctrico.
Sea como fuere, me invadió una triste sensación de melancolía y me pregunté, qué ética queda en la política española. Y parece que poca como comprobamos durante el confinamiento cuando la inmensa mayoría de parlamentarios siguieron cobrando dietas, aun asistiendo a los plenos telemáticamente. Y conste que, tanto el cobro del Bono Social por ser familia numerosa, como el de las dietas y tantos otros, están respaldados por la norma. Una ley mal gestada si no tiene en cuenta la renta para otorgar ayudas sociales y otra más que añadir al amplio elenco de normas fallidas de estos últimos años. Pero sería bueno recordar que por encima de las consideraciones legales y hasta de los derechos, debe primar la ética. La mujer de César no solo debe ser honesta sino parecerlo. Ética y estética, pues qué ayunos estamos de ver un solo gesto elegante en la política actual, tan grosera y hasta ruin en muchas ocasiones. Una visión ética de la vida -más de la política, que debería ser ejemplificadora-, nos ayuda a saber diferenciar entre aquello a lo que se tiene derecho y lo que es justo y correcto hacer. La ética es más importante que las leyes, porque estas cambian y se adaptan, pero los principios fundamentales, como la justicia, son inmutables.
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