Uno de los mayores errores que comete hoy la sociedad es descontextualizar a los hombres y mujeres que habitaron tiempos pasados. Y ya no solo descontextualizar, sino distorsionar, camuflar y hasta borrar lo que aquellos dijeron o hicieron. El revisionismo no está hoy, en muchos casos, al servicio de un sentimiento compartido de renovación, sino al de la veleidad de los que gritan y se quejan mucho.

Las editoriales no reescriben párrafos de cuentos de Roald Dahl o de obras de Agatha Christie por compromiso cívico, sino por una estrategia comercial hoy subyugada al puritanismo woke. Si Dahl describe a un gordo con acritud y Agatha Christie se ensaña con el servilismo del negro, ¿cómo van a leerme los gordos y los negros? Pero, sobre todo, ¿cómo van a leerme los delgados y los blancos con complejo de superioridad moral?

Esto nos lleva a la construcción de una sociedad en la que cada vez se extiende más la creencia de que quienes la conforman no saben enfrentarse a la disyuntiva que plantea el pasado. Trasladado a la literatura, puede explicarse así: hay que distorsionar las creencias y costumbres pretéritas porque el lector es un deficiente mental que cierra el libro en cuanto la palabra o la frase ofrecida ofende a colectivos hoy hiperfelicitados e hiperprotegidos porque es incapaz de contextualizarlas.

Chaves Nogales destacó, entre otras cosas, por situar su labor periodística al servicio de los más oprimidos, pero cuando visita Berlín en 1928 dice: “Los homosexuales tienen en Berlín sus casinos, sus periódicos. He quedado sorprendido repasando varias publicaciones homosexuales en las cuales se defiende con argumentaciones de carácter científico y hasta religioso esta aberración”. Antes de la constitución de la Segunda República, Victoria Kent consideraba que las mujeres no podían votar en las elecciones de 1931 porque carecían de cultura política y afirmaba, además, que cualquier ideal que persiguiesen debía quedar inmediatamente anulado en el momento en el que se convertían en madres. Carmen Martín Gaite defendía en los 80 que no era feminista porque el feminismo excluía al hombre.

Chaves, Kent y Martín Gaite, y como ellos muchos otros, jamás faltaron a la cita de construir una España más justa, igualitaria y comprometida, pero fueron inexorablemente hombres y mujeres de sus tiempos. Censurar las creencias y los comportamientos pasados sometiéndonos así al yugo de los intransigentes moralmente superiores denota, además de cobardía y falta de inteligencia, una ausencia absoluta de responsabilidad con nuestro presente. Solo conociendo, sin ambages, cada resquicio del ayer podremos identificar y combatir a quienes hoy quieren borrarlo todo.

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