Monticello
Víctor J. Vázquez
S. La quijotesca
Las personas más vulnerables lo pasan siempre mal y la situación se ha agravado desde la reciente pandemia. La red de asistencia social para familias necesitadas se ha nutrido, principalmente, de la distribución de productos básicos por los bancos de alimentos, que los recibían, a su vez, del Fondo de Ayuda Europea para los Más Necesitados (FEAD) y de las aportaciones del Gobierno y las empresas colaboradoras.
Sin embargo, el Gobierno de España acaba de aprobar la puesta en marcha de las ‘tarjetas monedero’ que, por valor de hasta 220 euros, se van a destinar a ayudar a las familias más vulnerables, sustituyendo la fórmula actual y eficiente de los bancos de alimentos.
El importe de la prestación económica variará en función del número de hijos a cargo que tenga la unidad familiar, para priorizar a familias con menores en riesgo de pobreza. De hecho, se requiere que incluya, al menos, un menor de 15 años y que sus ingresos sean inferiores al 40% de la renta media.
La idea del Ministerio de Derechos Sociales es evitar las vergonzantes ‘colas del hambre’, atajar la pobreza infantil en España (a día de hoy, la más alta de toda la Unión Europea) y dar más opciones de elección de productos básicos a las familias.
Estas buenas intenciones van a comportar unas indeseables consecuencias, como el dejar desasistidas a muchas personas mayores con bajos ingresos y que viven solas. Se calcula que podrían quedar fuera de los programas de ayuda hasta el 70% de los actuales beneficiarios.
Y esto requiere de una pensada más detallada. Con las aportaciones materiales de los bancos de alimentos, junto al enorme corazón y la gran capacidad organizativa de infinidad de voluntarios, se vienen haciendo maravillas desde hace muchos años. Yo lo he visto funcionar de forma modélica en la Cáritas parroquial de mi barrio, donde innumerables familias de diferentes etnias y religiones reciben una ayuda imprescindible para su supervivencia y en unas condiciones de absoluta dignidad. Su excelente organización, el establecimiento de una base de datos para gestionar a los solicitantes de ayuda y un sistema de cita previa, han hecho del sistema un modelo eficiente en el que no existen colas, que resultan denigrantes en otros lugares en los que la caridad se ejerce con una ostentación que niega aquello de San Mateo de que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha.
¿Cuántos esfuerzos se habrán de duplicar sobre los ya realizados, y de manera altamente eficaz, a la hora de valorar y seleccionar a los beneficiarios, tarea encomendada a Cruz Roja Española hasta ser asumidos por los Servicios Sociales de cada comunidad autónoma? ¿O el problema es que Cáritas suena demasiado?
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