Veritas Veritatis

Chihuahua

Sus amigos estaban preocupados porque mientras él hablaba de perros, ellos hablaban de hombres y mujeres de carne y hueso

Tenía cara de chihuahua. No era culpa de él, mucho menos del perro en cuestión. Es que no siempre la evolución de la especie se ha desarrollado armónicamente. Tenía un cuerpecillo que ni fu ni fa, nada para perderse una noche bajo los puentes de París o contemplar la luna desde la terraza de un hotel super lujo, diez estrellas. Lo peor, no obstante, eran sus pensamientos. Tenía miedo por todo, hasta de sí mismo, por esa razón cuando se miraba en el espejo no cesaba de ladrar, su boca se abría hasta el infinito, sus afilados dientes brillaban con la saliva como perlas encontradas en un mar lejano, muy lejano. ¡Soy fuerte! se decía, capaz de detener la invasión de España tan solo con un ladrido. ¡Esconderos! El final del tiempo ingrato ha terminado. ¡Yo seré vuestro libertador! ¡Abajo las razas impuras! Aún investigan los medios de comunicación y las diferentes policías de aquí y de más allá, si esta frase era un revulsivo racista dirigido a los humanos de países empobrecidos o era tan solo un grito de socorro para salvar la pureza de las diferentes razas de perro. Cansado como estaba de tantos pedigrís de perros cruzados, chuscos, entrecruzados, mixtos lobos o entrerveraos, chihuahua finalizaba su diálogo ante el espejo con una especie de exaltación patriótica: Por mi patria juro ante ti que por fin un pastor alemán será un pastor alemán, un dóberman un dóberman, y la perrita Marilín, será lo que ella quiera, sin pasarse.

Sus amigos estaban preocupados porque mientras él hablaba de perros, ellos hablaban de hombres y mujeres de carne y hueso. Moussim era Moussim, Juan Alejandro era uno llegado más allá de los mares, Oilda era una venezolana por la que algunos, todos, bebían los vientos, Jordan era un estudiante brillante que estaba perdiendo su interés por los estudios de tanto trabajar para sobrevivir, Iked cuidaba ancianos problemáticos que sus familias ya no soportaban, Luis estaba con una enfermedad en la espalda provocada por la recogida de fresas y naranjas a precio de oferta criminal, Guillermo andaba buscando un hotel donde demostrar que conocía cinco idiomas, Latifa cuidaba como interna a una familia que la adoraba, Omar hacía de traductor de sus compañeros ante las asociaciones y si era posible ante la policía en caso de que tuvieran papeles, esa obsesión de los países civilizados para machacar a quienes vienen de fuera y obviamente no los tienen. Y así muchas personas, miles, millones, estaban soportando las tareas que otros abandonaban por su dureza.

Chihuahua quería razas puras como sus imaginados canes, olvidaba que las razas puras no existen, que todos somos mezclas de otras mezclas. Menos mal. El pobre lo descubrió muy tarde, desde entonces es incapaz de salir a la calle, vive refugiado en un bunker que él llama mi perrera, nosotros la llamamos su casa.

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