Ad hoc

Manuel S. Ledesma Tribulete2@Telefónica.net

Cartas al director

09 de abril 2008 - 01:00

EN la sección Cartas de Europa Sur, apareció el 28/03/08 una singular misiva. Se trataba de la réplica del equipo directivo del instituto El Getares a un escrito, publicado, un mes antes, en la misma sección. Al parecer, un tal Antonio (no se dan otros datos) criticó al colegio por incluir en el programa de actividades sobre el día de Andalucía un taller de henna y otro de la danza del vientre.

En contra de lo que podría esperarse, el mencionado equipo directivo no fundamenta su alegato en la explicación de las bondades pedagógicas que, sin duda, deben de haber encontrado en tan exóticas actividades y que les han llevado a considerarlas apropiadas para su alumnado. En lugar de eso, su justificación se basa en la enumeración de otros menesteres también realizados por los escolares que, esos sí, tienen más que ver con cosas de la tierra: cante y baile flamencos, desayuno con pan de Pelayo, pasaclases (probable variante logsiana de los bullangueros pasacalles) y diversos actos académicos de genuino acento andaluz. Después de comprobar la profusión de quehaceres extraescolares que tienen estos niños, lo primero que se le ocurre a un lector lego, como yo, es: ¿Cómo se las apañarán los angelitos para encontrar tiempo para aprender a leer, escribir y, si quiera, las cuatro reglas? Luego, y pensando como padre, no me sentiría especialmente contento de que los maestros de mis hijos se dedicasen a enseñarles a pintarrajearse con henna o contonearse al son de una música oriental. Es posible que uno, chapado a la antigua, no entienda eso de la multiculturalidad, pero dudo mucho que se me pueda refutar que lo de la henna es una velada incitación a que los niños gusten de tatuajes, piercings y demás adornos dérmicos (que no por estar de moda dejan de ser menos aberrantes) y en cuanto a la peculiar danza me parece algo tan propio del cabaret (no en vano la popularizó Mata Hari) que es de locos considerar que pueda aportar algo (bueno) a la formación de los escolares .

Sin embargo, lo de más enjundia de la carta es su párrafo final acerca de lo bien que se lo pasaron ese día: "…recordarlo nos llena de emoción porque vemos las caras de todos/as nuestros/as compañeros/as, de nuestros/as queridos/as alumnos/as […] y nos sentimos orgullosos [aquí se les olvidó el "as"] de trabajar en un sitio en el que cabemos todos y todas…". Vale que los políticos destrocen el idioma en aras de transmitir una espuria igualdad; vale que algunos que escriben, a falta de argumentos, fundamenten su progresía en el uso machacón del "…o/a" pero que ¡los que enseñan! sean capaces de publicar en un diario un texto como el anterior sin que se les caiga la cara de vergüenza, eso... ¡clama al cielo! No es ya que se ridiculicen ellos -que lo hacen- sino que, usándola tan chapuceramente, se burlan de una lengua tan rica, sutil y precisa como es el castellano. Queda la duda de si esta absurda manera de escribir pretende dar coba a los iletrados dirigentes educativos o, en verdad, es el modo en que enseñan a expresarse a sus alumnos. Si es esto último, los niños harán bien en prestar atención a las prácticas cabareteras y de tatuaje…de la escuela no sacarán preparación para más.

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